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bía en su celda cosa alguna fuera de aquellas que la Regla Seráfica concede a sus seguidores, y en el amor y en la prác­ tica de esta evangélica virtud, perseveró constantemente hasta el fin. Después de su muerte fué preciso distribuir entre los devotos 'seculares las cosas que habían sido de su uso, los cua­ les las pedían para satisfacer su devoción y recordar las vir­ tudes de tan gran siervo de Dios y 110 se hallaron en su celda otras cosas que las indispensables, esto es, las disciplinas, el cilicio, el breviario, la regla y el rosario, todo lo cual se re­ partió entre los bienhechores y devotos. A todo esto se juntaba una oración tan continua, que siem­ pre tenía a Dios presente en sus actos, de la cual procedían sin duda sus grandes virtudes. Debido a esta presencia de Dios, su aspecto y porte exterior veíase adornado de tanta modestia y compostura, que refrenaba a los insolentes y re­ creaba el espíritu de la gente piadosa a la que suavemente inducía a la perfección y tantidad. Estando conventual en Tarazona, fué visto por un herma­ no lego arrodillado en la tribuna de la Iglesia y rodeado de ce­ lestiales resplandores que salían de su rostro, como otro Moi­ sés al descender de la montaña. Pero la virtud que más campeó en nuestro biografiado, y que fué como sólido cimiento sobre el que levantó el edificio espiritual, fué su humildad, la cual le llevó a ocultar caute­ losamente de las miradas de sus hermanos los talentos y dones que había recibido del cielo, como lo demuestra el siguiente caso. Movido de esta virtud, ocultó en la religión la brillante carrera que había hecho de seglar en Zaragoza, su talento y no menguados conocimientos, por lo cual los Superiores le tu­ vieron como simple sacerdote, o al menos consintieron en que fuera clasificado en el número de éstos, y le encargaron el oficio de portero en el convento de Tarazona, cargo que des­ empeñó por espacio de diecisiete años. En este oficio no podía ocultar sus grandes virtudes ante los ojos de los muchos se­ culares que frecuentaban la portería del convento, razón por la cual era tenido de todos en gran opinión de santidad, pero en manera alguna se le consideraba como sacerdote ilustrado — 220 —

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