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helaba refugiarse en el templo como otro Samuel para oír y obedecer la voz de Dios que: le llamaba a su santo servicio. En la ilor de la juventud, aprendió las primeras letras en la ciudad de Huesca, en la célebre Academia, fundada por Quinto Sertor’io, que fué en la antigüedad madre de todas las ciencias. Más tarde, después de algunos años se trasladó a Za­ ragoza para dedicarse al estudio de la Filosofía y Teología y como era de agudo ingenio, se graduó en ambas facultades. Después de ordenado de presbítero, reflexionando y conside­ rando atentamente por una parte la dignidad del sacerdocio a que halbía sido elevado, y por otra los muchos peligros que hay en el mundo para vivir con la santidad de vida que tan alta dignidad requiere, resolvióse a conmutar la vida clerical por la Vida religiosa en la Orden Capuchina, proponiéndose al mismo tiempo con esto sepultar, dentro de los austeros claus­ tros de los conventos de Capuchinos, el brillo de sus vastos co­ nocimientos y las risueñas esperanzas con que el mundo le brindaba. Libre su espíritu de todas las cosas humanas, no pensó sino en volar a la Orden Capuchina para consagrarse entera­ mente al servicio de Dios, renunciando al mundo y pisoteando sus falaces y engañosas promesas. Se dirigió pues al Provin­ cial de los Capuchinos a fin de obtener la gracia de ser aso­ ciado al número de los novicios, y examinada por éste cuida­ dosamente su vocación y viendo claramente que esta procedía de Dios y era verdadera, le. envió al convento de Tarazona a hacer el noviciado. Aquí se esforzó desde el principio en ad­ quirir todas las virtudes religiosas, no dejando de ejercitarse en ellas durante todo el año de su probación/ Guardaba todas las costumbres, ritos, ceremonias y demás leyes de la observancia regular hasta en sus menores detalle», lo cual juntamente con una vida penitente, austera y ejem­ plar, le daba las apariencias de un perfecto anacoreta. Se ejer­ citaba en todo género de mortificación. Siempre llevó ceñido a su cuerpo un áspero cilicio v tuvo los ojos bajos y fijos eh la tierra; mortificaba el sentido del gusto masticando con fre­ cuencia hierbas amargas; sus ayunos eran perpetuos y tan --- 226 — ■

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