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peñados en pintar y. reproducir con perfección su cara ma­ cilenta. También es digno de notarse, que cierta persona noble, por el amor' y veneración hacia el siervo de Dios, mandó elaborar «na hermosa caja o sarcófago de madera para darle sepultu­ ra a su cuerpo; pero sucedió que al tiempo de encerrarlo en la caja y colocarlo en ella, por descuido, diéronle un golpe en -el cráneo con uno de los hordes o labios de la caja y al ins­ tante manó de la herida abundante sangre como si estuviera vivo. También acaeció que el enfermero del convento, sin que sepamos con qué intención, abrió una vena con la lanceta pa­ sados tres días de su muerte y al instante brotó sangre' en abun­ dancia, lo cual como no tenga explicación natural, no pudo menos de reconocerse la virtud divina que daba señales de vida en un cuerpo muerto. Don Francisco Puch, persona de noble linaje y que amaba ■entrañablemente al santo religioso, asistió a los funerales acompañado de mucha gente y postrándose junto al féretro, asió la mano del difunto y hablándole con toda confianza, le dijo : “ ¡P. Jerónimo, acuérdate y ruega por mí en el cielo!” ¡Cosa -admirable! El cadáver apretó la mano del caballero tan fuertemente como si estuviera con vida. Con esta señal tan extraordinaria y clara de benevolencia, estuvo siempre cierto el citado personaje del poder e intercesión del siervo de Dios en la gloria de los bienaventurados que piadosamente pensan­ do goza en el cielo. — 224 —

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