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gélica pobreza, al menosprecio de las cosas terrenas, a la tole* rancia de las adversidades, a la imitación de Jesucristo, a la. humildad y a la perseverancia en la vocación al estado re ligioso, y esto con ejemplo y palabra, dando así a la provin cia de Aragón muchos religiosos perfectos, evangélicos y ob servadores de la Regla Seráfica. Y como había conocido muy bien que la muerte del alma entra por los sentidos y especialmente por los ojos, no daba a estos libertad para discurrir por varios objetos, aun cuando 110 fueran éstos nocivos, sino que siempre los traía recogidos y mortificados. Por eso, cuando se veía obligado a caminar por las calles y plazas de las ciudades, si 110 había peligro de trope zar, iba leyendo algún libro sin saludar' a ninguno de cuantos encontraba a su paso, aunque fueran personas de significación,, lo cual como llevasen a mal algunos compañeros y le recon vinieran que la urbanidad y caridad exigían devolver los sa ludos a las personas ilustres, él respondía que era más con forme a la santidad andar unido al Creador* que a las criatu ras, y que más conveniente a un capuchino era el tener los ojos fijos en un buen libro y la mente en Dios, que andar di vagando con la visia y saludando y hablando con cuantos encontraba en el camino; costumbre que guardó todo el tiempo de su vida. Que el siervo de Dios tuvo algunas revelaciones divinas, comprueban entre otros los siguientes sucesos. (Guando esta ba en funciones de maestro de novicios, había entre ellos uno del número de los coristas, que hacia concebir a los religiosos grandes esperanzas por el singular talento y ciencia de que es taba dotado, prometiéndose con ello que daría días de gloria a la Orden. Y como muchos roligiosos se expresaran en esto sentido con el P. Jerónimo, dijoles éste una vez: “Vana es vuestra esperanza y os engaña, porque aun cuando es una ex celente semilla, pero no crecerá ni se hará árbol frondoso y cargado de .fruto, como esperáis,' sino que se secará con la muerte”. Lo cual, observado por los religiosos algún tanto contrariados por las palabras del maestro, se convencieron muy pronto que no habían sido dichas con ligereza y en vano, pues; , — 222 —
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