BCCCAP00000000000000000000140

to antes, pues así moriría más consolado y confortado, y que dicho señor roígase por él y prometiendo hacer lomismo éla su vez desde el cielo, si como esper'aba teníala dicha de ir a la gloria. Luchando con la muerte padecía frecuentes des­ mayos y cuando volvía en sí recordaba a su amigo, y como se le dijera que ya se había pedido perdón a D. Miguel y que éste le hahía perdonado, preguntaba si tenía que hacer algo más con él para cumplir los deberes como buen cristiano, a Jo que le dijeron que nada más tenía que hacer en este asunto, y con eso quedó tranquilo. La tarde antes de su muerte presentóse un curandero, quien manifestó deseos de ensayar' sus remedios para la curación de la herida, y por tratarse de un caso desesperado, fué aceptado su ofrecimiento. Declaró Fr. Joaquín que se sometía a ello en tanto en cuanto fuera voluntad de Dios, per'o que no de­ seaba la curación, y que aun cuando el mencionado curan­ dero no consiguiera ningún buen 'Resultado, no se le des­ preciase, sino que se agradeciese su buena intención y deseo. Después de diez días de incesantes sufrimientos, que sin duda le sirvieron de purgatorio para purificar su alma, murió como él lo deseaba en día consagrado a la Santísima Virgen, el sábado 14 de noviembre, a las dos de la mañana. Y siendo así que no era nada agraciado en el color de la cara, y que por causa de los sufrimientos y de la pérdida de sangre se había desfigurado algún tanto su rosfr'o, 110 obstante quedó tan risueño y alegre su semblante, que los religiosos no se cansaban de mirarlo y de estar en su aposento de día y de noche. Su muei-te fué muy envidiada de propios y extraños, pues te­ nía todas las características de pertenecer al número de los pre­ destinados, a lo que se puede conjeturar por los signos exterio­ res. Un monje de San Bernardo que se halló presente a la muerte de nuestro biografiado, declaró que tendría por gran dicha el tener una muerte tan preciosa y santa como la suya, y eso que llevalba cuarenta años sirviendo a Dios con riguro­ sas penitencias. Los religiosos del convento decíajn también que su muerte había sido la de un santo. — 212 —

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz