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vento, encontróse en el tránsito con los estudiantes que dispu­ taban del misterio de la Trinidad. Uno de ellos, por' donaire, dirigióse a él y le dijo: ¿Qué le parece o qué siente acerca de la generación del Verbo Divino? A esta pregunta paróse el siervo de Dios y dejando en el suelo la olla en que llevaba la comida, habló con tanta profundidad de ideas y claridad de conceptos sobre la gener'acióu eterna del Hijo, que todos al oírlo quedaron estupefactos y se decían como los habi­ tantes de Judea decían de Jesucristo: “ ¿De dónde le ha venido a éste tanta doctrina y sabiduría, si no ha aprendido letras ni ha consultado libros de teología que tratan de estas cues­ tiones?” Sabedores, empero, de la santidad de su vida, no te­ nían reparo en afirmar y confesar que tan celestial doctrina la había bebido en la misma fuente de la sabiduría divina. Iluminado por luz celestial, llegó a conocer las cosas mas ocultas y aun las más distantes y remotas, de lo cual nos cuentan dos casos los manuscritos, ya que otros muchos ha­ yan quedado en olvido por inercia de los que debían haber­ los consignado. Mientras estuvo Fr. Vicente en el hospicio de Cariñena, acercóse a él una mujer depravada que intentaba quitar la vida a su marido suministrándole una bebida envenenada. Súpolo el siervo de Dios por divina revelación y ardiendo en celo !e echó en cara y aleó su criminal intento, reprendien­ do su diabólica resolución y diciéndole: “Teme, ¡oh mujer’., no sea que pongas en peligro tu salvación y seas sepultada en el profundo del infierno”. Viendo la mujer que le eran manifiestas sus depravadas maquinaciones, movida a peniten­ cia por tan atroz delito, se arrepintió de ello y se reconcilió con Dios por medio de una buena confesión. Estando en oración fué iluminado por luz celestial, de que un hombre tan perdido como disoluto iba a suicidarse. Al ins­ tante va al P. Guardián y le pide un compañero; corre pre­ suroso a la orilla del Ebro, se hace el encontradizo con él y le recrimina con estas palabras: “Hombre criminal y mal­ vado, ¿a dónde vas? ¿A dónde te lleva el demonio para que tú mismo trates de estrangularte?” Paróse el hombre y todo - 205 —

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