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habían oído los ruidos con el fin de ayudarle y defenderle. No hallándole allí, descendieron a un subterráneo del conven­ to y por fin lo hallaron en este lugar lleno de telarañas y re­ volcado en el polvo, con el hábito sucio y maltrecho todo su cuerpo. Mas por esto no se daba por vencido, sino que (le nuevo se aprestaba a la pelea y provocaba al enemigo a la lu­ cha armado con la santa oración a la que se consagraba con tanto más ardor cuanto mayor era la persecución y la guerra que le hacía el enemigo, consiguiendo siempre nuevos triun­ fos y victorias sobre él. Tenía sumo cuidado en 110 proferir palabras ociosas o sin provecho, desagradándole también que otros las tuvieran en su presencia, y si alguien se atrevía a perder el tiempo en conversaciones inútiles, luego se retiraba de aquel lugar. En Cambio si ss suscitaban conversaciones de Dios o de cosas es­ pirituales, todo lleno de alegría escuchaba con gran atención cuanto se trataba en aquella reunión. Se consagró enteramente al servicio de la Santísima Vir­ gen, a quien había escogido por su patrona y defensora. Re­ verenciaba sus imágenes y siempre que pasaba por delante de alguna de ellas se entretenía en alabarla y en recitar al­ gunas oraciones. No fué vano este obsequio prestado a la Madre de Dios, puesto que ella le colmó de inestimables dones V favores, no siendo el menor el haber merecido por dos ve­ ces tener celestiales coloquios con la Reina del cielo. En el convento de Zaragoza se tenía por cosa cierta y averiguada, afirmándolo unánimes los religiosos, que por dos veces ha­ bían hablado al siervo de Dios dos imágenes que se venera­ ban en aquel convento, la una colocada en el lanificio de la casa donde Fr. Vicente trabajaba y la otra al final de la es­ calera que subía al claustro. En la oración, que era su principal ocupación y estudio, era iluminado por Dios con luz tan celestial, que llegaba a entender y penetrar fácilmente las cuestiones teológicas, que para otros de su clase y condición permanecen obscuras. Una prueba de ello, la tenemos en el siguiente caso: Un día, mien­ tras llevaba la comida a los que trabajaban en el telar del con— 204 —

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