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Dios y a su divina clemencia por haberle privado de la vista. Era ta.ii amante de la regular observancia que, apesar de estar ciego, 110 se creía dispensado de hacer ninguna cosa de las que prescriben los estatutos de la Orden, ni de entregarse al trabajo; antes al contrario, considerando la ociosidad como raíz y origen de todos los males y vicios, trabajando en la oíicina o taller donde se tejía la tela de hábitos para los re­ ligiosos, dedicándose él a varear la lana, y mientras se ocu­ paba en esto solía decir muchas veces a los novicios que es­ taban trabajando en la misma oficina: “Hermanitos, a Dios rogando y con el mazo dando”. De esta manera les enseñaba a todos con su ejemplo y palabra a huir de la ociosidad. Su­ cedía en esto una cosa rara y chocante y es que distinguía la tana negra de la blanca con tanta precisión como si tuviera vista. Por más que este oficio fuera muy expuesto a distrac­ ciones y conversaciones, él había convertido el lanificio en una como capilla, alternando la oración con el trabajo y trabajando con el pensamiento puesto en Dios. Tampoco buscaba compensación alguna a su desgracia de la vista en las distracciones con los demás, ni en tratar a su cuerpo con alguna mayor blandura o suavidad, cosa por otro lado muy humana atendida la flaqueza de nuestra naturale­ za; nada de eso, sino que le negaba hasta el sueño necesario, pues habiendo descansado un poco a prima noche, se iba a la iglesia y allí pasaba lo restante de ella en oración fervorosa y en lanzar al cielo suspiros amorosos. No pudiendo soportar el maligno espíritu tanta fortaleza en este valeroso soldado de Cristo y tanta constancia en su oración, de la cual procedía el valor y heroísmo de sus vir­ tudes, trató de amedrentarlo golpeándole y maltratándole fu­ riosamente cuanto el Señor le permitía. E 11 cierta ocasión, lle­ garon a tal extremo los conatos y esfuerzos del enemigo, que produjo en la casa grandes ruidos y estruendos, como pi efectivamente se librasen grandes combates de bandos que lu­ chaban entre sí. Oyéndolo los religiosos V conociendo que se­ mejante tragedia había sido suscitada por el demonio contra el siervo de Dios, bajaron y fueron hacia el lugar donde se — 203 —

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