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la noche, disminuyendo el escaso tiempo de ella que dedi caba al sueño y al descanso. A todo esto, añadió el haoer el Vía Grucis todas las noches antes de maitines por el claustro, llevando soibre sus hombros una pesada cruz que le hacía caer muchas veces en tierra por faltarle fuerzas par'a soste ner' su peso. Cierto secular muy robusto, quiso ensayar haoer el Vía Crucis con esta cruz que solía estar en el claustro, pero en la mitad del ejercicio tuvo que dejar'la por serle imposible soportar su peso por más tiempo y quedando admirado de que lo pudiera hacer el P. José. También en esta ocasión, cediendo a los mandatos del Superior, le fué preciso moderar este ex cesivo rigor y áspera penitencia. Todo lo dicho contribuyó a que se extendiera de una ma nera sorprendente por la eiudad de Palma de Mallorca la fa ma de su virtud y santidaó de vida, siendo esto causa de que el convento fuese frecuentado por personas nobles de ambos sexos, con el consiguiente menoscabo del silencio y soledad que debe reinar en nuestras casas, siendo quien con más fre cuencia lo visitaba el Sr. Obispo de la diócesis de Mallorca, muy aficionado a los coloquios y fervorosas conversaciones con el santo religioso, en las cuales sentía caldearse su cora zón en la llama del divino amor. Pues era tanta le eficacia que ponía el Señor en sus palabras y la suavidad con que hai>lal)tt de las cosas divinas y espirituales, que sus palabras más pa recían de un morador del cíelo que de una criatura humana. Quien menos podía sufrir y sobrellevar semejante afluen cia de visitas de la gente al convento era el Padre José, por que nada le era tan grato como vacar en la soledad del claustro a su ocupación favorita que era la oración y con templación. Y deseando huir la gloria mundana y apartar de sí el aura popular, a fin de gozar como hasta entonces en los abrazos y consuelos de su divino Esposo, pensó en aban donar aquel convento y lo consiguió. Con permiso, pues de sus superiores, embarcóse furtivamente y sin ser notado por la gente, para Barcelona, marchando de aquí a Tamarite de Litera, que era el primer convento de la provincia de Aragón, límite con la de Cataluña. — 198 —
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