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das las ocupaciones diarias eran bastantes para apartar su áni mo de tan santo ejercicio. Aun las mismas necesidades natu rales, las cuales forzosamente suelen hacer que se interrumpa la oración, hacíalas él de manera que le ayudaban a la misma oración. Y para que no se pasase tiempo alguno inútilmente, solía usar en estas ocasiones de algunas oraciones vocales, a fin de que tanto la mente 'jomo la lengua en amigable consor cio y ayudando la una a la otra, se ocuparan siempre en las divinas alabanzas. Asistía a las horas canónicas con tal aten ción y devoción de la mente, y con tal compostura de su cuer po, que más bien parecía estar en el cielo entre los coros de los ángeles que rezando en el coro entre los hombres. Estando de familia en el convento de Capuchinos de Ma llorca, en las Islas .Baleares, las cuales estaban sujetas a la jurisdicción de la provincia de Aragón y formaban parte de la misma, tuvo una horrible visión que resultó muy saluda ble para las personas interesadas, así como para él, lo cual prueba, cuán grato era a Dios éste su siervo y su espíritu de oración. Algunos días después de haber practicado los ejer cicios espirituales corno ha sido siempre costumbre entre nos otros, estando en oración, apareciósele Cristo Nuestro Señor llevando la cruz a cuestas, como lo solía hacer el siervo de Dios, llevando una cruz muy pesada por los claustros del con vento, y hablándole, le dijo: “Sígueme”. Marchó en pos de El y fué llevado al infierno, diciéndole: “Observa bien todo cuanto vieres y oyeres”. Vió allí hornos espaciosos y encen didos que arrojaban grandes llamas, en las cuales los demo nios atormentaban grandemente tanto a la Abadesa como a las monjas de cierto convento que habían sido infieles a sus vo tos, a las cuales oyó lamentarse entre horribles tormentos, cada una por distinto concepto. La Abadesa por 110 haber corregi do a sus religiosas como tenía obligación, exclamaba: “ ¡Ay de mí! qué tormentos, qué llamas de azufre son estas en que me hallo envuelta, por no haber corregido los defectos de es tas religiosas, por no haber evitado sus escándalos y haber corregido su vida libre y desarreglada, infringiendo sus vo tos, principalmente su pureza virginal”. Y lo mismo confe- — 196 —
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