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rior en el mandar, ni la intención o el fin del mandato en lo que se le ordenaba, sino que solamente se ocupaba en su in­ terior de qué modo obedecería con más perfección a la vo­ luntad del superior. De donde nacía que ningún precepto, por difícil que fuera, se le hacía grave o pesado. Viendo los superiores en el P. José uno de los religioso* de más aventajada virtud en la provincia, le encomendaron la educación de los novicios; y como no ignoraba el cargo de Maestro, del cual depende el porvenir bueno o malo para los novicios en particular, como para la Orden en general, puso un exquisito cuidado en instruir a los novicios, en pro­ barlos y en confirmarles en su vocación. Para esto, echó mano de los dos vínicos medios eficaces para la buena formación de los novicios, el ejemplo y la doctrina. Iba a la cabeza de ello» en todos los actos de la regular observancia, de manera que los principiantes, teniendo en él un espejo de toda perfec­ ción imitasen su ejemplo y se animasen a vestirse del hombre nuevo, en frase del Apóstol y a adquirir la perfección que nuestro Padre exige del fraile menor por medio de la obser­ vancia fiel y exacta de la regla. Animábales a amar entraña­ blemente la altísima pobreza franciscana, a padecer escasez y penuria de las cosas temporales, a caminar en pos de la hu­ mildad que tanto nos recomienda Cristo, sirviéndose para con­ quistarla de todos los medios, a desear y procurar con ahinco su abyección y el desprecio de sí mismos, y en fin, anhelar la cumbre de toda la perfección evangélica. Todo lo cual in­ culcaba a los novicios con mucha frecuencia en conferencias públicas y en conversaciones privadas, siendo resultado de todo esto, dar-' religiosos perfectos a la religión y fecundar con abundante y óptima simiente la provincia de Aragón. Dedicóse a la oracion con tal asiduidad e intensidad, que después de maitines de medianoche, se ejercitaba en ella hasta la hora de Prima por la mañana, y no contento con esto, se puede decir que la oración era su inseparable compañera, y que todo el día estaba en continua oración, pues ni los mi­ nisterios y oficios de la casa, ni la asistencia y el cuidado de los enfermos que visitaba, ni los viajes u oficios de caridad, ni to­ 195 —

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