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se despidió de una persona muy amiga con estas palabras: “Ya. no me verás más, pues allí me arrebatará la muerte y descan saré dentro de breve tiempo en el sepulcro destinado para los hermanos legos.” El suceso comprobó la verdad del vaticinio, pues a los pocos días de haber llegado al convento de Cala- tayud, llegó el fin de su vida, recibiendo con peculiar de voción interior y exterior que se manifestaba en sus palabras, los últimos sacramentos y demás auxilios de la religión. El religioso que le cuidaba y estaba de guardia sobre él, creyen do que era inminente el último momento de su vida, quiso congregar a la Comunidad, como es costumbre entre nos otros, para ayudar al moribundo con sus oraciones, mientras el ministro de Dios lee la recomendación del alma, pero se lo estorbó por entonces el santo religioso diciéndole: “Todavía no ha llegado la hora; al terminar la misa conventual entraré en el camino de toda carne y será el fin de mi vida.” Fr. Antonio que siempre había buscado en este mundo sólo a Dios y que no había tenido otro afán y estudio, sino el agradarle en todas las cosas, después de haberse conquis tado gran fama de virtudes y merecimientos para con todos, murió en el ósculo del Señar a la hora predicha por él y voló a una vida más pura, feliz y dichosa, en el convento de Ga- latavud, en donde fué sepultado, hacia el año 1700. — 188 —
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