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San Francisco y llevamos su vida! ¡ Bienaventurados nosotros que no tenemos en la tierra procurador alguno sino sólo a Dios, que es nuestro único proveedor! ¡Oh envidiable suerte la de los pobres que son ensalzados por' Jesucristo cuando dice: Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos •es el reino de los cielos!” No sólo se manifestó la humildad de este perfecto Religio­ so en mantenerse alejado y ajeno a ia propia estimación, sino .también y muy principalmente en todas aquellas ocasiones en que inesperadamente fué puesta a prueba con ásperas pala­ bras y con injurias que se le hicieron, mostrando siempre su ánimo sereno e inquebrantable en medio de ellas. Sucedió a veces que sus hermanos en religión, molestos por su celo, le reprendían y llamaban insulso e indiscreto y aun le morti­ ficaban con palabras más pesadas y ásperas que estas, mas •él, que se había propuesto imitar la humildad del Santo Pa­ triarca de Asís, recibía con paciencia, arrodillado y silencio­ so todas las censuras que contra él se lanzaban, bien persua­ dido de que cumplían con su deber los que le reprendían y trataban como a mal religioso. Y no era posible que llevase a mal las injurias que le hacían tanto los de casa como los -extraños, porque estimaba que eran el medio principal para alcanzar aquella perfección y perfecta alegría que San Fran­ cisco enseñaba a Fr. León, y de que la prueba principal de .un verdadero fraile menor, era el sufrir con igualdad de áni­ mo todos los improperios e insultos y aun malos tratos de los hombres por amor de Dios. Y como aspiraba a consegnir a todo, trance esta eleVadísima perfección, llegó a recibir de igual manera las cosas prósperas como las adversas, sin que ni las primeras le envanecieran, ni las segundas le causasen abatimiento o desmayo. Resplandeció también su fortaleza de espíritu, además de lo dicho, en llevar con paciencia los sufrimientos y dolores corporales, como podrá ver el lector en el caso siguiente: El P. Guardián del convento de Aranda, de naturaleza enfermiza, fué acometido con grandes dolores en su cuerpo con repenti­ na inflamación de pies y piernas y fueron éstos tan agudos — 167 —

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