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espiritual propio, fué ejercitado por nuestro siervo de Dios con gran prudencia, virtud importantísima según lo hace notar el Papa Pío XI, tratando de San Conrado de Parzan, y con su­ ma integridad de vtida, durante treinta años. Es obvio que el oficio de limosnero expone al que lo ejercita a muchas dis­ tracciones y cuidados que apartan al hombre de las dulzuras de la contemplación, propias de la soledad y del retiro, man­ chan la pureza del alma, disminuyen la inocencia, enervan la devoción y resfrían el fervor de la caridad, pero nada de esto temieron los superiores de Fr. Juan, por tener bien cono­ cidas su prudencia, modestia, humildad, mortificación, cari­ dad, afabilidad, honestidad de costumbres y todas las demás virtudes propias de un verdadero hijo de San Francisco. Cuando pedía limosna por la ciudad, andaba siempre con las alforjas al hombro y con una gran modestia en sus ojos. Siempre se le veía con la vista fija en el suelo, y tan atento a las cosas divinas V espirituales, que, como si viviera en otra región distinta, ni el ruido de la ciudad, ni el barullo de los pueblos, ni las conversaciones de los amigos con quienes a cada paso tropezaba, fueron bastantes para distraerlo y apar­ tarlo de la oresencia de Dios. Con tan santo ejemplo, con la composición de su semblante y circunspección en el hablar, movía a todos aquellos con quienes se encontraba, al amor de Dios, de tal manera, que todos, cuando iba a sus casas deman­ dando limosna, le alargaban la mano como a porfía y con una santa emulación, pensando que Viaban limosna a un sanio. I\o es fácil declarar con palabras con qué afecto de ca­ ridad tan tierno para con sus hermanos se dedicó al fiel cum­ plimiento de su oficio. A lodos y cada uno de los religiosos proveía con solicitud maternal de todas las cosas que habían menester, pero con tal cautela, que no ofendiese en lo más mínimo la pobreza seráfica. En los casos de duda, se incli­ naba siempre más por el partido de la caridad, que por el rigor de la pobreza, diciendo que su deber era proveer a los religiosos de todo lo necesario para el sustento y para el cumpiimieinto de sus respectivos oficios y ministerios y que — 163 —

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