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II SU INGRESO EN LA ORDEN CAPUCHINA Luego que Fr. Juan hubo tomado la determinación de* abracar nuestra vida y obtuvo el consentimiento de sus pa dres, se presentó lo más pronto posible y sin tardanza a ma nifestar a los capuchinos su deseo de ser admitido en la Or den. Y llevándolo ios religiosos a la presencia del Provincial,, que lo era el Padre Francisco del Villar, luego que éste lo vió y oyó expresarse al pretendiente, conoció claramente que era un joven lleno del espíritu de Dios, y presintiendo que llega ría a ser’ con el tiempo un excelente religioso, lo admitió, y abrazándolo benignamente lo remitió al convento de No viciado. Fuéle impuesto el hábito de la religión por el P. Juan de Pineda y según parece, hacia el año 1640. Desde su mismo, ingreso en el noviciado, emprendió una norma o género de vida, 110 ya propia de un principiante, sino más bien de un religioso muy aprovechado en la virtud y perfección. Trasla dado al campo de la Religión, madre fecunda de virtudes y de santos, hizo en ella tantos progresos en la vida espiritual, que tanto los novicios como los religiosos, se convencieron muy pronto de que Fr. Juan había de iluminar con los re»* plandores de su piedad, fervor y santo ejemplo a todas las personas que con él morasen y en todos los lugares a donde fuese transportado por la obediencia. Así fué en efecto. Gomo a los Padres de la provincia les fueron notorios los ejemplos de su santa vida, siendo joven todavía, le confiarou el oficio más delicado de cuantos hay en los conventos, que según costumbre suele asignarse a religiosos antiguos en la Orden y aprovechados, cual es el oficio de limosnero, siendo de su incumbencia el mendigar el pan de cada día de puerta en puerta en la localidad. Este oficio que exige en el que lo ha. de ejercitar cualidades nada comunes y virtudes muy rele vantes, si se ha de hacer del modo debido, esto es, cont provecho y edificación del pueblo y sin perjuicio y daño — 162 —
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