BCCCAP00000000000000000000140

rado en los estudios. Y como, aun tratándose de niños, ayuda en gran manera a adquirir las humanas y divinas letras, el proponerse por' guia V norte de sus acciones, la piedad y la virtud, no es de extrañar que nuestro joven aprendiera con perfección la gramática e hiciera gr'andes progresos en los demás estudios, teniendo tan arraigado en su corazón el te­ mor de Dios que es el principio de la sabiduría. Parecía natural que quien desde la niñez había sido ins­ truido con singular esmero en las primeras letras y después adquirido un caudal de conocimientos suficientes para poder continuar los estudios eclesiásticos en la Orden y recibir con el tiempo las órdenes sagradas, pretendiese ser admitido en el númer'o de los religiosos de coro; mas no fué así, porque ■contemplando la pureza angélica necesaria en los Ministros de Dios pensando que no podía alcanzarla en grado tan ele­ vado, quiso imitar a nuestro Padre San Francisco, que se abstuvo de subir las gradas del sacerdocio y eligió el humilde estado de hermano lego por creerlo más conforme a su in- ■clinación y más seguro para alcanzar la salvación eterna. Viendo el considerable número de candidatos a nuestra Orden Capuchina, que en la antigüedad elegían el estado de legos, apesar de estar muy adelantados en los estudios, y esto por humildad y por mejor asegurar su salvación, no ex­ trañará tanto lo que se lee en nuestras crónicas, que algunos obispos enviaban a veces sacerdotes ignorantes a ser instrui­ dos por los porteros de los conventos de capuchinos, dicién- doles: “Vete al portero del convento de Capuchinos y él te enseñará.” Máxime si se tiene en cuenta, que se daban algu­ nos casos en que, como en esta obra se verá, hacían el ofi­ cio de porteros, Padres que eran simples sacerdotes, y algu­ na vez también Padres que en el siglo habían sido sacerdotes ilustrados y que ocultaron sus grados académicos bajo el hu­ milde sayal capuchino y aun más, en el humilde oficio de portero. — 161 — 11

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz