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como valeroso atleta de Cristo, se deshacía en lágrimas, te niéndose por deshonra e ignominia de la religión, pedía in sistentemente perdón a sus hermanos. Con estos y otros actos de humildad logró abatir su soberbia e iracundia. Si mucho se dedicaba al oficio de Marta, o sea, a la ac ción, no menos diligente era en dedicarse también, y em plearse en el oficio de María, o sea en la contemplación de las cosas divinas y celestiales, a lo cual se dedicaba por las no ches, pues excepto un breve rato, que concedía al sueño, todo lo r'estante de la noche lo pasaba en constante oración, sua vemente recreado por Aquél cuyas delicias son estar con los hijos de los hombres. No solamente en la oración sino en todas partes tenía a Dios presente y consideraba atentamente cuanto hacía y decía con el fin do que ninguna cosa de cuantas hacía, mereciera la Reprobación de Aquél a quien son patentes todos los secre tos del corazón humano. Todo el tiempo que no estaba ocu pado en la oración y meditación, o en los trabajos propios del hortelano, los empleaba en piadosas obras de humildad y ca ridad, tales como llevar a la cocina la leña necesaria y en otras ocupaciones semejantes, per-o sumamente necesarias pa ra la buena marcha de la casa. Su espíritu de austeridad y laboriosidad estaba perfecta mente hermanado con la prudencia y caridad religiosas. Ri gurosísimo consigo mismo, era no obstante humanísimo v benigno con los demás religiosos y especialmente con los en fermos. Por los afligidos y desgraciados que se encomendaban a sus oraciones, elevaba al Señor fervorosas y abundantes ple garias y aun se interesaba con los demás religiosos para que hicieran otro tanto y con sus oraciones consiguieran para ellos la divina misericordia. Tenía un afecto y devoción singular a la Santísima Virgen y amábala con tan entrañable y ardiente amor, que de noche repetía en sueños lo que en el día había hecho en su obsequio y era notorio a los religiosos que aun estando completamente dormido y en profundo sueño, rezaba vocalmente el Ave Ma— 154 —
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