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del convento, marchaba a la cocina ocultamente y sin saberlo los demás limpiaba todas las ollas y vasijas que estaban su­ cias o necesitaban de limpieza. Amaba de un modo especial la altísima pobreza como tan amada del P. San Francisco, que tan bien hermanada se halla con la humildad. Por’ eso soportaba de muy buen grado la pe­ nuria de todas aquellas cosas, cuyo uso 110 nos está concedi­ do expresamente en nuestra regla, aunque tampoco estén pro­ hibidas, pues tuvo como preciosísimo tesoro el no tener cosa alguna. Mientras los demás comían a la mesa los manjares prepa­ rados, él comía parcamente, contentándose con sólo pan y agua, y se gozaba en esta escasez para semejarse a los pobres y menesterosos, y aunque a veces le atormentase el hambre, no variaba de alimento y castigaba el cuerpo quitándole la comida. Así llevaba una vida muy austera y muy superior a las fuerzas humanas. Su obediencia fué tan perfecta, que no había nadie tan obsequioso y rendido al Superior como él. A pesar de ser tan auster-'o, como dicho queda, consigo mismo, era muy caritativo con los demás, y de un modo sin­ gular con los enfermos y delicados de salud, preparándoles con su misma mano los alimentos convenientes, suministrán­ doles con toda solicitud las medicinas y demás cosas a las horas señaladas por el médico, arreglando sus celdas y camas, limpiando los vasos inmundos y sirviendo a todos sin can­ sarse nunca y con tanta alegría, que no parecía, un hombre, sino más bien un ángel bajado del cielo para consuelo de los enfermos. Cuán grata fuera a Dios esta caridad del siervo de Dios para con los enfermos, quiso manifestar el Señor con el si­ guiente milagro. Llevando en cierta ocasión con gran afecto de caridad una medicina al religioso que yacía postrado en el lecho gravemente enfermo con una fiebre maligna, se le cayó impensadamente y so rompió el vaso en que la llevaba, derramándose el líquido por el suelo. Muy afligido por ver que faltaba al enfermo el remedio prescrito por el médico, hizo oración al Señor, y recogiendo los pedazos rotos y hecha la — 149 —

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