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el precipicio, propaló la noticia diciendo: “Ya no vendrá más el capuchino, “El Chivo", nombre que el demonio le daba. Y replicando la señora Marquesa por qué no vendría más a su palacio el capuchino, respondió la posesa refiriendo la trági­ ca muerte que acababa de tener el P. Jerónimo, y añadió. “Ha tenido por' defensora y protectora a la Mariana (nombre que daba a la Virgen María), lo ha llevado consigo y nos ha de­ jado burlados.” Todo lo cuai llegó a oídos de la Marquesa, quien luego tuvo noticias de la verdad de lo afirmado por la posesa, y como le estimaba y amaba muchísimo, por el gran concepto que le merecieron sus eximias virtudes y gran santi­ dad, tuvo grandísimo sentimiento de su muerte. Llevado el cadáver al convento y expuesto el féretro en la iglesia, como es costumbre entre nosotros, acudieron a vene­ rar sus restos muchos religiosos y seglares, besando a porfía sus manos y pies y honrándole como a bienaventurado que go­ zaba de la gloria celestial. A los funerales que resultaron so­ lemnísimos, acudió gran parte de la nobleza y una multitud numerosa de la plebe, llorando todos su muerte. Fué enterrado en nuestro convento de Zaragoza, el año 1677. — 138 —

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