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tos en punto al amor, sucedió que si el P. Jerónimo la amaba ardientemente, Ella correspondía al siervo de Dios con ma­ yores muestras de amor, de las cuales hubo pruebas eviden­ tes, tanto en el coro como en su celda, pues en ambos luga­ res se le apareció rodeada por todas partes de rayos lumino­ sos V recreó al siervo de Dios con su presencia, inundando su olma de un gozo inefable. De este modo atestiguó la Reina de los cielos cuánto amaba a su devoto y amante hijo y cuán benigna era para con él. Tres cosas pedía continuamente a la Virgen en sus oracio­ nes; primera, que su muerte fuera grata y preciosa a los ojos de Dios y de su Madre; segunda, que fuera repentina, a fin de no ser engañado en aquel último trance por los diabólicos fraudes del enemigo del género humano, y tercera, que su muerte tuviera lugar en día dedicado a su culto y veneración, todo lo cual pairece acaeció según su deseo. Murió en sábado, día consagrado de un modo especial en la Orden Francisca­ na a honrar a la Santísima Virgen en el misterio de la In­ maculada Concepción, en el día en que Carlos II, Rey de Es­ paña, ceñía sobre su cabeza la corona real en la Iglesia Me­ tí opolitana de la Seo, de Zaragoza. Su muerte fué repefit’na y trágica en apariencia a los ojos de los hombres, pues para oír y presenciar el juramento de homenaje y fidelidad (pie prestaban al Rey los proceres del reino y de la dinastía, se acercó por detrás del altar Mayor y como el paso era estre­ cho, resbaladizo y oscuro y el P. Jerónimo padecía defecto de la vista, cayó de cabeza y quedó sepultado en el polvo, siendo su muerte instantánea. Y también debemos creer que su muer* te fué preciosa en el acatamiento de Dios, pues cual es la vida, es la muerte. Y si tan agradable a Dios y a la Virgen fué su vida, como queda dicho, también debió ser su muerte. Y así lleno de méritos, piadosamente pensando, conmutó esta fugaz y pasajera vida, por la eterna y feliz de los bienaven­ turados. Así testificó una mujer poseída del demonio y que estaba en el palacio de la señora Marquesa de Osera, muy devota del siervo de Dios. Pues al momento que el P. Jerónimo cayó en — 137 —

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