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que un hombre. Como es natural, los principales testigos de esto eran los sacristanes, que por' razón de su oficio tenían más ocasión de estar en contacto con el siervo de Dios y de observarle. Ilustre por el brillo de todas las virtudes, emigró de esta triste vida a la patria de los bienaventurados, según piadosa­ mente creemos, a la avanzada edad de 80 años, en el conven­ to de Zaragoza. — 133 —

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