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acudían los religiosos en las grandes dificultades. Hubo un tiempo de prueba para la provincia de Aragón la cual fluc- iuaba embestida por las olas de la persecución. Todos los reli­ giosos, y singularmente nuestro biografiado, regaban a Uios encarecidamente que no permitiera fuese sumergida por tan es­ pantosa tormenta; acudían sin cesar a Dios, a la Virgen dei Pilar' y a San Francisco, nuestro Padre, en demanda de auxi­ lio. Entre todos se distinguió el P. Antonio, quien redoblaba los ayunos, aumentaba las flagelaciones y disciplinas hasta en­ sangrentar la capilla con la sangre que brotaba al golpe de los azotes. Tantas oraciones, mortificaciones, lágrimas y cla­ mores, no podían ser infecundos, sino que merecieron ser oídos en el día de la tribulación, consiguiendo que el Padre de todas las misericordias y Dios de toda consolación, les de­ fendiera de sus perseguidores y les librara del mal que les amenazaba. Era tanta la estima y veneración en que era tenido este siervo de Dios, por sus muchos méritos y tanta la virtud y efi­ cacia de su palabra v ds su conversación, que muchos va­ rones conspicuos e ilustrísimos en dignidad, y beneméritos otros, en la república de las letras, entre los cuales son dignos .¡e mención el Virrey de Aragón y el Arzobispo de Zaragoza, así como Magistrados y abogados acudían a él y frecuenta­ ban su celda con diferentes motivos, saliendo siempre movi­ dos por sus palabras e inducidos al servicio de Dios y a la práctica de las virtudes. Y para que no se ensoberbeciese con tantas gracias y dones como había recibido del cielo, como si fueran debidos a sus merecimientos, le fué dado, como al apóstol, el espíritu de Satanás para que le atormentase y abo­ fetease. Este, apareciéndose por permisión divina, al siervo de Dios en forma humana, pero horrible, le afligió durante algunos años con crueles tormentos, pero de manera que aun­ que molestado extraordinariamente por el maligno espíritu, nunca fué vencido, sino que siempre salía victorioso de la pelea. Tan ferviente fué en el amor a la Madre de Dios, que nun- * 1 2 8 —

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