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tancias se le administrasen los santos sacramentos, contra el parecer del médico y de los religiosos, quienes opinaban que la enfermedad no entrañaba tanta gravedad, ni debía acele rarse el tiempo de recibirlos. No obstante, accediendo a sus reiterados ruegos y a su consolación espiritual, le adminis traron el Santo Viático y seguidamente la Extrema Unción. Pidió se le leyese la Pasión del Señor, según San Juan, con estupefacción de los presentes por tanto aceleramiento en los preparativos para la muerte. Y demandó que en la muerte no le faltase la obediencia a los superiores, la cual había guar dado con gran fidelidad toda su vida, pidió lo necesario para escribir y redactó de su puño y letra una breve y edificante carta dirigida a su P. Provincial, ya que no tenía otro supe rior, del tenor siguiente: “Padre mío, ungido con la extre maunción, estoy próximo a partir para la vida eterna. Rué- goos que, dondequiera que esta carta llegare a vuestras ma nos, me concedáis vuestra licencia y bendición para entregar el espíritu en las manos de mi Salvador.” Apenas escrita la carta, sobrevínole un ataque cerebral, permaneciendo sin re cobrar el sentido hasta su muerte. Cuando el P. Provincial recibió la sobredicha carta, reflexionando sobre ella y pon derando consigo cuán útil y necesaria era la vida de este santo varón para la edificación de la provincia, contestó la- fónicamente a ella como sigue: “ Si en esto 110 contrarío a la divina voluntad, me resisto a concederle la licencia que so licita.” En el estado que referido queda, se hallaba el enfermo luchando su naturaleza entre la vida y la muerte, como quien aguardaba la obediencia para partir de este mundo; viendo ’ o cual, el Vicario del convento que recibió la carta contes tación del Provincial, escribió otra carta al Provincial cer ciorándole del mucho tiempo en que el P. Guardián estaba fin la agonía. Recibida esta carta pensando el Provincial qu& era voluntad de Dios que le diese su bendición para morir, escribió otra diciendo: “ Si por mí se retarda la hora de tu muerte, te concedo para ello mi bendición.” Entonces, como si percibiera el enfermo con sus sentidos la notificación de la obediencia expresada, entregó su alma al instante en — 117 —
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