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pidió dictamen, le halló con la última enfermedad disponién­ dolo Dios así, quizá movido de las oraciones de Fray Pedro, que tanto temía embarazar el ánimo con negocios ajenos, de io que había buscado y conseguido en la Religión, que era la abstracción y retiro de criaturas. Sintióse pues fatigado de una maligna calentura, reconoció que íe llamaban a la posesión del fin deseado, confesóse generalmente, pidió y recibió con de­ vota ternura el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. En los brazos de tan Divino Huésped se quedó transportado por algún espacio de tiempo; al parecer dormía, pero nunca estuvo su espíritu ni más vigilante, ni en atención más noble ocupado. Apenas volvió a los sentidos, cuando pidió le administrasen la Santa Unción; acto a cuyas oraciones y preces ayudaba él mismo respondiendo con todos ios demás religiosos. Recono­ cían en la alegría de su rostro y de sus palabras, la quietud y seguridad con que el espíritu salía de la cárcel del cuerpo. Dando, pues, el varón ilustre repetidas gracias a Dios de que moría hijo de la Iglesia y de la Pteligión de los Capuchinos en que había hallado tan eficaces medios para salvarse, como lo esperaba de la divina misericordia y méritos de Nuestro Señor Jesucristo, voló a la eternidad, y quedó el cadáver aguar­ dando el tiempo en que se cumple el número de los hermanos, para recibir la segunda estola. Murió como se dijo en 1624. — 1 1 0 —

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