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padecidos de la ilaqueza de Fray Pedr'o y no pudiendo ya ne­ garse a las instancias del bienhechor, admitieron aquel alivio. Súpolo el austero varón después y dando por penitencia al que lo llevaba el que caminase dos días con aquel peso, le aligeró de él dando el ave y los panecillos para los pobres de un Hos­ pital por donde pasaron. Volviendo a su provincia, después de algunos años que es­ tuvo en ésta, siendo espejo de las más heroicas virtudes, llegó a un convento en ocasión de haber de celebrarse en él la fiesta del Santísimo Sacramento, misterio soberano de que era con singularidad devoto. Pidiéronle predicase; pero negóse porque el predicador' de la casa lograse el sermón que tenía estudiado. Instáronle a que dijese la Misa principal del día; tampoco lo admitió diciendo había ya hallado ocupación en que cooperar a la fiesta, y fué vestirse un roquete e ir a la procesión, incen­ sando el Santísimo Sacramento. En un Jueves Santo estuvo de rodillas delante del monumento todas las 24 horas que des­ cansó en él, el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo; constancia increíble, si la gracia no hubiese fortalecido la naturaleza. Era dotado de singular claridad de ingenio para resolver cuestiones difíciles, así de la Sagrada Escritura como de la Teología Mo­ ral, por lo cual daba a cualquier escrúpulo de conciencia breve y conveniente satisfacción. Tuvo noticia de esto el Conde Du­ que, Primer Ministro del Rey Católico, D. Felipe Cuarto, el cual eon buleto del Nuncio de Su Santidad, le obligó a volver a la Corte, con ocasión de haber venido a ella el Príncipe de Gales, cuya reducción a la Fe Romana tanto se deseó y procuró me­ diante la doctrina y conferencias de los más insignes varones que entonces se pudieron hallar. Sintió mucho Fray Pedro verse abligado a dejar la quietud de su celda, hallándose ya en edad crecida y con el único cuidado de disponerse pai'a mo­ rir. Sin embargo, hubo de obedecer, dejó la provincia de Ara­ gón, vino a la de Castilla y fué recibido en Madrid con aque­ lla veneración que a su virtud y letras era debida. Al motivo que habernos dicho, se juntó desear el Privado tener cerca varón tan docto para la resolución de los negocios más arduos que se ofreciesen. Pero el primero en que se le — 109 —

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