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ríes. Ai contrario, tenía grande respeto a los virtuosos y co­ rregidos, aunque fuesen de los más abatidos de la República. Empeñaba la predicación a Fray Pedro en largos y penosos viajes y él los hacía si no más largos, más penosos con la se­ vera ley de abstinencia que en ellos se imponía. Nada más de­ seaban los hermanos de la Religión que agasajar y aliviar al siervo de Dios cuando entraba en sus casas por el singular afecto, devoción y veneración con que en ellas le recibían, pero él nada más deseaba que frustrar estas prevenciones, bien que por no desconsolar" a los huéspedes, ni quitar al compañero la confianza, se valía del disimulo y dando a entender que comía, entonces se levantaba más ayuno cuando era la mesa más re­ galada. Volviendo una vez de predicar a casa de la hermana,, que en aquel lugar recibía a los Religiosos, la preguntó si ha­ bía oído el sermón, y respondió la mujer: “No Padre ni el sermón ni Misa he oído; pero Dios me perdonará porque he estado muy ocupada en prevenir lo que han de comer.” Sintió Fray Pedro con sumo dolor la indiscreción, y volviéndose a la mujer le dijo: “No quiera Dios, hermana, que yo admita comida que se ha comprado con tanto precio.” Tomó el bre­ viario, dijo al compañero que le siguiese, y llegaron ambos al convento ya muy de noche, -sin haber'se desayunado. Fué Fray Pedro uno do los que vinieron a la fundación deí convento de Madrid, para facilitarla con la autoridad y des­ pués santificarla con el ejemplo, dejando en la Regla ajustada a la evangélica perfección de que se pudiesen valer los que en adelante abrazasen nuestro Instituto. Salió de su provincia con muy corta salud, con que fué mucho lo que padeció en el camino, porque nunca le pudieron vencer dos religiosos que traía por compañeros, no sólo a que se pidiese ni aun a que se admitiese cosa alguna de más regalo para socorrer su debili­ dad. Una persona muy devota que los encontró en un lugar, compadecida de la mala disposición con que el P. Fray Pedro ibia, hizo grande instancia a los compañeros para que llevasen una ave y unos panecillos porque era muy pobre la tier'ra que habían de pasar inmediatamente. Escarmentados de algunos lances antecedentes, se resistían a esta proposición, pero com— 108 —

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