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la fundación de nuestra'Orden en España, y poco también lo que hemos podido encontrar ¿obre los principios de la provincia de Aragón, que fué la tercera, en el orden cronológico de las provincias de España, después de las de Cataluña y Valencia. Pues los primeros capuchinos que vinieron de Italia a propagar la Orden en España, deseosos de que nuestros religiosos estu viesen bien fundados en virtud y santidad, no sólo descuidaron anotar y escribir cosa alguna de sus vidas, por más perfectas y extraordinarias que fuesen, sino que procuraron silenciar y encubrir intencionadamente y con toda cautela las gracia >• extraordinarias y los dones sobrenaturales con que Dios favo­ recía a muchos de aquellos santos varones, como lo afirma el P. Miguel de Valladolid, que fué el primero que recibió el encargo de escribir las vidas de los primeros capuchinos espa- ñolés, el año 1612, o sea, después de transcurridos treinta y cuatro años de la instalación de los nuestros en Cataluña. En todo este tiempo, nadie se cuidó de tomar nota de los múltiples e interesantes sucesos ocurridos seguramente en la fundación de tantos conventos, ni del sorprendente aumento de vocaciones a la Orden, ni de las grandes obras de penitencia, mortificación, oración, observancia regular y celo a que se consagraban aquellos capuchinos, con grandísima edificación y admiración de los pueblos. Añádase a esto la desaparición de muchos libros oficiales de las provincias de la Orden, y singularmente los de la pro­ vincia de Aragón, tales como las actas de toma de hábito, de jprofesiones, de Capítulos Provinciales y de las fundaciones de conventos, así como las crónicas de los mismos, y se tendrá una idea aproximada de la dificultad que encierra el escribir la historia más o menos completa de esta provincia. Todos estos documentos, perdidos durante las grandes convulsiones y tras­ tornos políticos y religiosos ocurridos en España el pasado Siglo, verdaderas fuentes de esta historia, serían como el nervio de este trabajo. A falta de estos documentos y para suplirlos algún tanto, nos hemos visto obligados a servirnos del Bulario de la Orden; las crónicas de Boberio; Anali Capuccini; P. Huesca, ’’Teatro

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