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Pidióle una vez nuestro P. Lorenzo alguna porción de vino pa­ ra el servicio de las Misas, y aunque el bienhechor se excusó al principio, ya por tener' poco de aquella calidad, ya por haberlo menester' para sus necesidades, no obstante movido de las buenas palabras que le dijo el siervo de Dios, bajaron los dos al sótano, donde el varón santo bendijo la tinaja y después el bienhechor le llenó el frasco que llevaba, no sola­ mente esta vez, sino también otra se volvió para lo mismo. No tardó en recibir el premio de su limosna y en experimentar la virtud de la bendición que dió el siervo de Dios, porque aquella tinaja, que la segunda vez daba el vino con tanta es­ casez que fué preciso levantarla, después lo dió con tanta abundancia, que el bienhechor quedó no menos admirado que confundido, siendo lo más singular que continuó en dar vino por el tiempo de cinco meses, no sólo para las necesidades del dueño, sino también para favorecer al varón santo, que fue muchas veces a pedirlo, por lo cual en adelante fué llamada la tinaja del milagro. Quedando pues ilustrada la vida de este varón insigne con tales prodigios, y resplandeciendo sus virtudes con tantas lu­ ces, llegó al fin de sus días V al término de sus años en nues­ tro convento de Monte-€ahario. Mas así como la luz cuando llega a su fin despide de sí nuevos rayos de resplandor, asi­ mismo este santo religioso dió en su última enfermedad nue­ vos ejemplos de virtud y de perfección, que acreditaron la santidad con que salía de este mundo. El P. Antonio de Figue- ras, Predicador de la misma provincia, que se halló presen­ te, hace bajo juramento una relación muy individual de es­ tos heroicos ejemplos de virtud con que el siervo de Dios aca­ bó su vida, cuya relación ponemos aquí literalmente para mayor edificación de los que esto leyeren. “Murió finalmente, dice el dicho Fray Lorenzo en Monte-Calvario, santamente, estándole yo sirviendo en la celda en su enfermedad, y ha­ biéndole ya desahuciado ios médicos, vino el P. Fray Juan de Barcelona, Guardián que entonces era de aquel convento, y le dijo: P. Fray Lorenzo, bien puede alegrarse en el Señor y decir como David: Laetatus sum. in his quae dicta sunt mihi , — 101 —

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