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36 FECUNDA PARENS sultaba el Provincial sobre la legitimidad de los actos que realizaba. Para conseguir dicha autorización habíase presentado en Roma el Padre Joaquín, y, una vez obtenida la venia del P. General y su De- finitorio, había obtenido audiencia de Su Santidad León XIII, a quien dió cuenta del proyecto. Aprobó el Pontífice con entusiasmo la idea y le indicó pusiera la fundación bajo la protección de la Madre del Buen Consejo, de quien era devotísimo. El P. Joaquín le contestó que así lo haría, poniéndola como titular de la iglesia, y el tiempo ha respondido a lo acertado del consejo, pues, gracias a la protección de esta divina Madre, el Colegio ha prosperado, venciendo dificultades innúmeras de toda clase de enemigos y situaciones, y sigue dando frutos de ben­ dición. Fundación En general, el pueblo y toda la región recibió la noticia ciel proyecto con religioso entusiasmo; por este lado no hubo, pues, dificultades, apar­ te de la de allegar los fondos necesarios para la empresa. Hizo los planos fray Félix de Azcoitia, que había hecho su noviciado en Bayona con otros exilados. Aceptáronse los planos con ligeras inno­ vaciones y se pusieron manos a la obra. Comenzóse por hacer propaganda, a fin de allegar todos los recur­ sos posibles. Los Párrocos del Valle se interesaron mucho y el entusias­ mo se extendió a todos los pueblos. El más entusiasta era el señor Pla­ za, en cuya casa se hospedaba fray Bernardo en aquellos primeros días. Con el fin de conseguir la autorización del Gobierno, el P. Llevane- ras hízose con una petición del Valle que decía así: “ Rvdmo. P. Provincial de los Capuchinos de España. “ Los que suscriben, vecinos y moradores de este Valle de Baztán, se ven impulsados a exponer a V. R. los motivos especiales que se les representan para la fundación de un Colegio Seráfico en el mismo, por la importancia de la que están revestidos, tanto en favor de la Orden de Capuchinos y en beneficio de la Nación Española. “ Formada esta Universidad en el transcurso de los siglos de catorce pueblecitos, hermanos entre sí, con abundantes caseríos en los- montes y collados, en una extensión considerable, la formación de otro pueblo que sin perjuicio de los existentes, se ocupara tan sólo del auxilio de sus convecinos, había de presentarse como una aparición simpática en extremo entre nosotros. Los pueblos, pequeños en su vecindario, ha­ bían de considerar a un convento como a un igual, como a otro pueblo por el número de sus habitaciones; y los caseríos por la paz de su solar y la unidad de su edificio, lo habían de mirar como a hermano. “ Y a la verdad, que una casa dedicada a la formación de los discí­ pulos de san Francisco de Asís, habían de imprimir un movimiento ver­ daderamente peregrino en los habitantes de nuestras montañas.

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