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280 FECUNDA PARENS nuestros Colegios de formación. Y esta nota es que las Provincias espa­ ñolas más castigadas por el odio de los impíos durante los años de la malhadada República y después durante la sangrienta persecución de los años 1936, 37, 38; Valencia y Cataluña, no muy sobradas de perso­ nal en los últimos decenios, fueron materialmente mutiladas con el ase­ sinato de sus; mejores elementos, jóvenes sacerdotes, profesores y pre­ dicadores, y sufrieron hondamente la dispersión de sus Colegios y No­ viciados. Llegada la hora de la paz triunfal obtenida por la Cruzada Na­ cional, los Superiores Provinciales, recuperados y reconstruidos sus con­ ventos, sintieron la llamada angustiosa de sus misioneros de ultramar que no pudo ser atendida por el momento; y acudieron a la Provincia de Navarra, única privilegiada, salida indemne del estrago de la guerra y de la persecución religiosa. Cuando se celebró el Capítulo Provincial de 1939, el 16 de junio, presidido por el Rvdmo. P. General Donato de Welle, los nuevos Superiores comenzaron a recibir peticiones convergen­ tes para remediar su escasez de personal para las Misiones; del Comisa­ riato Ecuador-Colombia, de la Guajira colombiana, cuyo Vicariato Apos­ tólico pertenece a la Provincia de Valencia y del Vicariato Apostólico de Caquetá, encomendado a Cataluña. El M. R. P. Ignacio de Pamplona, Ministro Provincial, preparaba con todo empeño una expedición de misioneros en 1939 para nuestra Prefectura Apostólica de Pingliang, a la que no había sido posible acu­ dir durante los tres años de nuestra guerra civil; fueron señalados tres Padres y un Hermano lego y recibieron sus letras obedenciales de Roma donde personalmente el Padre Provincial había preparado la expedición con una compañía de navegación italiana; pero estalló la segunda gue­ rra mundial, y, con la entrada de Italia en el conflicto, fué imposible movilizar nuestros misioneros para la China, con gran dolor para todos, Superiores y súbditos. Aun antes de darse por vencida nuestra Provin­ cia ante el insuperable obstáculo, se nos ofreció otra expedición misio­ nera al Comsariato de Ecuador-Colombia en 1940. Fué el iniciador el Excmo. Sr. Obispo de Ibarra (Ecuador), quien de acuerdo con el Rvdmo. P. Pascual de Pamplona, Visitador General entonces de Centro- américa, y con el Comisario Capuchino ecuatoriano, rogó con verdadera insistencia al Padre Provincial de Navarra que enviara Misioneros a su diócesis; la petición del Excmo. Prelado fué apoyada por el Excmo. Sr. Nuncio Apostólico en Quito y por la Secretaría de Estado de la Santa Sede. Lo cual movió al Padre Provincial a tratar luego de acudir a tan autorizada llamada; se señalaron dos Padres y un Hermano lego, que iniciaron el socorro pedido. El P. Provincial fué a Roma en mayo de 1940, acompañado del M. R. P. Ruperto de Arizaleta, que espontánea­ mente se había ofrecido para ir al Comisariato de Ecuador-Colombia, como primer misionero y jefe de nuestra expedición. Era entonces,’ Defi­ nidor Provincial y Guardián del Convento de Pamplona (Extramuros). Acordóse en Roma con el Rvdmo. P. General la situación jurídiea en que habían de quedar nuestros misioneros; se les entregaría el convento de Ibarra para residencia y centro de sus actividades; tratarían de for-

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