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CINCUENTA AÑOS DE VIDA 273 En 1940 fué el máximo acontecimiento la ordenación del primer sacerdote chino formado en la Prefectura, don Esteban Li. También fué Objeto de júbilo la primera visita del Delegado Apostólico a Lanchow, a donde acudieron los cuatro superiores eclesiásticos del Kansu, con ocasión de la inauguración del seminario regional y de la nueva Ca­ tedral. Entre tanto se agrava la situación económica. Es imposible seguir sosteniendo las dos escuelas de Pingliang; las autoridades se niegan a prestar auxilio oficial, alegando que la ley no ampara las escuelas le­ vantadas por extranjeros. Entonces nuestros misioneros echan mano de un recurso eficaz para asegurar las instituciones de la misión: hacerse citidadanos chinos. El primero que lo realiza es el P. Alfonso de Sar. Martín y con tan buenos resultados que inmediatamente le siguen el Rvdmo. P. Prefecto y el P. Pedro Bautista de Tolosa. Este acto, a la vez que llena de satisfacción a los cristianos y sacerdotes indígenas, despier­ ta hondas simpatías entre los paganos, pero quien más tarde se serítirá gratamente sorprendido y lo elogiará sobre manera es monseñor Riberi, primer Internuncio de China. ¿Habrá influido este gesto de nuestros mi­ sioneros en el acercamiento pagano que se nota sobre todo en la gente de letras y el aumento de la simpatía general? Fin de la guerra Cuando el 15 de abril de 1945 se anunció la rendición del Japón, que era la terminación de la guerra en Oriente, la alegría fué muy grande. Alegría porque en ello se veía el fin de los infortunios, alegría sobre todo porque, después de cinco años de incomunicación, comenza­ ban a llegar cartas de la madre Provincia, alegría por la cesación pro­ gresiva de las restricciones económicas; en medio de la paralización de las obras de la misión, el optimismo acucia el celo de los misioneros; ábrense los catecumenados, las escuelas cosechan nuevos triunfos, se re­ organiza la Acción Católica, las autoridades civiles se empeñan en re­ galar a la misión magníficos solares para un hospital a la europea; a esto se añade la grata noticia de haber sido adoptado el seminario dé Pingliang por la Obra de San Pedro Apóstol de la diócesis de Pamplo­ na, como en 1932 lo había sido por la diócesis de Vitoria. Es cierto que ha habido mermas sensibles en el personal: el Padre Berardo de Lorca, fallecido en 1938; el P. Rafael de Gulina, vuelto a la Provincia después de catorce años de misionero; don Felipe Wang, ya fallecido; don Pedro Ly, sacerdote de grandes prendas, vuelto a su mi­ sión del Shansi al cabo de cinco años de servicio en nuestra misión; don Antonio Wang. Pero en el seminario mayor avanzan hacia el sacerdocio trece estudiantes, diez de los cuales serán sacerdotes ya en 1950. Después del clero indígena, nada era más necesario como las religio­ sas indígenas; su presencia era requerida principalmente para la catc­ quesis de las mujeres y para la enseñanza. A este fin, muy acertada­ mente, se fueron preparando en el colegio de niñas algunas aspirantes, 18

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