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272 FECUNDA PARENS Pacífico quedaron los misioneros totalmente aislados del resto del mun do, hasta que al fin, gracias a la embajada norteamericano de Chung king, pudieron comunicarse con el Comisariato de Argentina, cuyos re ligiosos les socorrieron con gran caridad y desinterés mediante los ca puchinos de Norteamérica, que también contribuyeron generosamente a ayudarles. Pero ya no se podía pensar ni siquiera en conservar lo que tenían; peligraba la misma existencia de la misión. Había que asegurar, sobre todo, la de la cristiandad de Pingliang, que ya era floreciente, con sus 400 cristianos, sus dos escuelas, superiores a las del Estado y aun a las de los protestantes por la calidad de los alumnos y de la formación recibida; con el dispensario, que fray Francisco de Zabalza dirigía, des pués de la partida del doctor Mei, muy acertadamente, hasta adquirir renombre universal y poder asegurar el sostenimiento de los ocho mi sioneros y seis religiosas de la ciudad y de las obras de la estación; pe ro sobre todo con el seminario menor, la primera esperanza de la mi sión, bien organizado, ya que en él cursaban la escuela media o bachi llerato los seminaristas, y al llegar al seminario mayor regional llama ban la atención por su preparación en la ciencia y en la virtud. La Misión hizo de buen grado los mayores sacrificios por su seminario, aunque para ello hubo que vender en las estaciones toda suerte de mo biliario que valiera algo y no fuera imprescindible para séguir viviendo; el Rvdmo. P. Prefecto llegó a vender incluso los materiales acumulados durante dos años para edificar la iglesia Catedral de Pingliang, y todos los misioneros se resignaron, no solamente a ver mermar las cristian dades en el resto de la Prefectura, sino a la emigración de no pocas familias. Las normas de la Santa Sede sobre la formación del clero indígena y la persuasión de los mismos misioneros pudieron más que aquella pe nuria que parecía suicida; y el seminario continuó. En carta de 20 de diciembre de 1939 a los coristas de Pamplona manifestaba el P. Prefec to su propósito de preparar en los próximos diez años doce buenos sacer dotes indígenas; sus anhelos se han visto cumplidos. En este plan se disponían los misioneros a arrostrar las consecuen cias de la guerra. Directamente poco les afectó, por hallarse lejos de la línea de la guerra. Sólo la ciudad de Pingliang se vió bombardeada va rias veces; en una de ellas cayeron tres bombas al seminario, sin causar víctima alguna. En el resto de la Prefectura todo fué tranquilidad; no faltó alguna preocupación al ver cómo las autoridades concentraban en las tres mi siones próximas a todo el personal extranjero en las capitales de sus rr ■ pectivos Vicariatos; pero gracias a la prudencia de los nuestros, no so lamente se conjuró el peligro, sino que después de repetidos elogios de la prensa, se hicieron acreedores a que el gobierno provincial condeco rara a la misión de Pingliang con una placa artística, que las mismas autoridades colgaron en la fachada de la estación misional al son de la música.
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