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268 FECUNDA PARENS ristas, cediéndoles al P. Félix de Arbizu para que se pusiera al frente de su seminario. Con los brazos abiertos era recibido el primer sacerdote indígena que llegó a la Prefectura, don Felipe Wang, quien después de visitar dos veces Bélgica, misionar durante veinte años en Mongolia, volvió por fin a la tierra de donde salió y fué destinado a regentar las escuelas de Pingliang; él, con el doctor Lucas Mei, alumno de la Universidad Cató­ lica de Shanghai, que llegó por el mismo tiempo para dirigir nuestro dispensario, serían en aquellos días quienes mayor prestigio darían a la misión. En 1933 un grave percance, que pudo ser de peores consecuencias, vino a turbar la vida de la misión. Los Padres Fernando de Dima y Bartolomé de Puente con fray Isidro de Artázcoz eran sorprendidos y secuestrados por los comunistas; éstos se contentaron al fin con retener al P. Fernando, quien a los dos meses, después de penalidades sin cuen­ to, era puesto en libertad, como es de todos sabido. A l año siguiente llegaba un nuevo refuerzo a la misión con la quinta expedición: los Padres Rainerio de Lizarza, Vidal de Pamploha, Jenaro de Artabia y Leonardo de Berbinzana, y el Hermano fray Dosi- teo de Albístur. El personal auxiliar Entendemos bajo esta designación los maestros, catequistas y de­ más servidores de la misión. La escasez de buenos auxiliares, bien pre­ parados moral e intelectualmente, sería uno de los mayores problemas de los misioneros. Debido a la mala calidad de los maestros, más de una vez les cerrarían las escuelas las autoridades civiles;.'la conducta de los fámulos que acompañan y a veces representan al misionero sería causa de que apostatara más de uno; la falta de trato social ocasionaría tumultos contra la misión, como sucedió en Huating, en que poco faltó para que incendiaran la estación y asesinaran a los Padres.' Siendo tantos los conceptos en que debían invertirse las limosnas que llegaban a la misión, no es extraño que apenas aumentara el per­ sonal auxiliar y que los catecumenados, las escuelas y las obras benéfi­ cas se resintieran. Sin embargo en 1935 eran ya 1.062 los adultos bau­ tizados y 865 los párvulos, con lo que los católicos serían 3.776 y unos mil los catecúmenos. Contribuyó no poco a ello el que la situación po­ lítica se volvió a favor de los misioneros. Desde 1931, en que e! Japón puso el pie en Manchuria, y fué preparando la invasión de China, el odio al extranjero fué transformándose paulatinamente en odio a los japone­ ses y con cierta simpatía por las demás potencias. Por eso fueron ex­ cepción los actos de hostilidad, como el de un mandarín de Pingliang que se negó a sellar los títulos de propiedad de la misión, o el de los caciques de Huating que prohibían vender tierra a los misioneros para edificar y les expropiaban de algunos terrenos después de comprados,

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