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CINCUENTA AÑOS DE VIDA 267 En Chengyuen, además de ampliar suficientemente los locales de la ciudad y reparar los edificios, se compraron terrenos para fundar otras dos estaciones secundarias en Tungzechen y Taipichen. Además la de Zanja, entre las montañas, a 70 kilómetros, fué dotada de una re­ sidencia de nueva planta. En Kingycing se edificó por primera vez, dentro de la ciudad, una magnífica estación con orfanatrofio. En Sifengchen, simple mercado, pero de mucha más importancia que su capital, Kingyang, se compraron # nuevos locales y se edificó en ellos el colegio preparatorio del semina­ rio, con un convento de monjas con su orfanotrofio y, finalmente, la iglesia. En Shanselipú, pequeña aldea habitada por la mejor cristian­ dad de la Prefectura y dotada de la mejor residencia, construida de orden del gobierno y en compensación de la antigua, que quemaron los paganos de la localidad, no fué preciso construir nada; pero sí se re­ paró una de las cuatro estaciones secundarias. Uno de los Padres de Sifengcuen se desplazó al mandarinato de Ningchow para edificar y residir en la aldea de Tsaocheng. Era mucho el dinero que se iba en todas estas obras y mucho tam­ bién el que se necesitaba para sostener el personal de la misión, maes­ tros, catequistas, etc., para alimentar a los seminaristas, para los cate- cumenados, orfanotrofios, dispensarios, y traer de otros Vicariatos el personal auxiliar que faltaba en nuestra misión o enviar a ellos a los que se habían de formar. Como en Shensi aun perduraba el hambre, que en Kansu ya había cesado, seguían subiendo cristianos necesitados, hasta que hubo que escribir a los Prefectos Apostólicos de Fongsiang y Tchuze que nuestra misión no poda seguir atendiendo a más hambrien­ tos. Se necesitaba también dinero para la propaganda directa entre los paganos; escaseaban los libros de propaganda, no era posible utilizar los medios modernos del cine, altavoces, etc., como lo hacían en otras par­ tes y en Pingliang los protestantes. Nuevos refuerzo's y nuevas pruebas </ Al aumentar el número de residencias, con sus respectivas obras, los once Padres que quedaban empezaron a resultar insuficientes y, por añadidura, muy pronto, el año 1931, moría el P. Simón de Bilbaó, a consecuencia de un viaje que hizo de noche por los montes para asistir a un enfermo. Menos mal que al año sguiente, 26 de febrero de 1932, llegaba la cuarta expedición, compuesta de los Padres Eduardo de Legacía, Pedro Bautista de Tolosa y Alfonso de San Martín, y de los Hermanos fray Isidoro de Artázcoz, fray Conrado de Salinas y fray Francisco de Za- balza, mas cinco nuevas religiosas terciarias capuchinas. Tan •urgente era la necesidad de estos nuevos misioneros, que a los pocos meses de llegar fueron todos distribuidos para cubrir las vacan­ tes y atender a todas las obras. Incluso se pudo saldar la deuda con los Padres alemanes que educaban temporalmente a nuestros semina

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