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264 FECUNDA PARENS en la provincia del Shensi. Después de un descanso de una semana pro­ siguieron rio arriba con grandes dificultades por no ser ya apenas na­ vegable; por lo que en Chang-Ku se vieron obligados a dejar las barcas y montar' en mulos. El 29 de enero pisaban tierra del Kansu y el 2 de de febrero llegaban a Tienshui, capital del Vicariato. Hasta el mes de junio permanecieron allí entregados al estudio del chino. Después marcharon a Pingliang y, habiendo saludado a los Pa­ dres Gregorio y Andrés, partieron luego para sus respectivas estacio­ nes: el P. Simón a Sanselipú, el P. Lulgencio a Chengyuen, el P. Julián a Sifengchen, el P. Rafaél a Kinchwan, el P. Tarsicio se quedaba en Pingliang; cada uno tendría a su lado a uno de los misioneros vete­ ranos. Luego se unió a los nuestros el P. Fernando de Dima, quien, ob­ tenida la aceptación de su renuncia a los cargos de Consejero de la Custodia de Chile-Argentina y superior de Nueva Pompeya cuando se hallaba visitando la Provincia, emprendió solo su viaje a la misión venciendo con valor toda clase de obstáculos. Con él eran ocho los mi­ sioneros de nuestra Provincia en el Kansu. Mientras perfeccionaban el conocimiento de la lengua, se iniciaban en la visita de los cristianos desparramados entre la masa pagana, con frecuencia a grande distancia de la estación misional. Días de seria preocupación hubieron de probar al caer enfermo de tifus el P. Gregorio de Aldaba, con gravísimo peligro de la vida. Des­ pués, a las calamidades que venían oprimiendo a la población, se unió el fantasma del hambre, que produjo gran mortandad y fué causa de que aumentase enormemente el bandidaje. Los misioneros hubieron da suspender sus visitas a los cristianos con las más desastrosas conse­ cuencias para éstos, ya que muchos, se veían obligados por la necesidad a dedicarse a una vida poco decorosa para un cristiano, a vender sus hijas bautizadas a paganos, a huir a los montes para no ser secuestra­ dos por los soldados o por los bandidos. La vida tranquila principal­ mente de Pingliang, Chengyuen y Sifeng se veía continuamente turba­ da por cercos de bandidos, tanto mahometanos como chinos; este ban­ didaje, disminuido muy lentamente, será el signo bajo el cual vivirá la misión los diez primeros años, como los diez siguientes se desarrollarán en un ambiente de guerra contra el Japón primero y más tarde con­ tra los comunistas. La inseguridad de los caminos, la penuria econó­ mica, la miseria reinante y una zozobra constante son las consecuen­ cias de ese estado de cosas. No obstante nuestros misioneros se entregan a la labor con opti­ mismo. Ante la próxima separación de territorios, el Vicario Apostóli­ co se niega a conceder dinero para edificar en lo que ha de ser nuestra Prefectura; pero los nuestros, contando con los recursos de la Provin­ cia, se lanzan a fundar nuevas misiones: el P. Rafael en Yutimiao, el P. Julián en Zanzja y el P. Tarsicio en Tsaochen; las dos últimas para ser abandonadas relativamente pronto, por hallarse enclavadas entre montes muy apartados y ser preferidas esas ricas regiones por los ban­ didos.

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