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2 5 6 FECUNDA PARENS de Guam a la entrada del M. R. P. Eusebio de Azpilicueta, nombrado en 1935 Superior Regular de la misión por los Superiores Provinciales; por mucha diplomacia que el Vicario Apostólico empleó, no pudo conseguir pase para el susodicho Padre; muy al contrario, luego llegaron al Vica­ riato dos nuevos misioneros Capuchinos de la Provincia Calvariense, •quienes, de pronto, trabajaron muy bien unidos con los españoles, pero anunciando ya la total sustitución que de tiempo atrás se preparaba. Los Superiores de la Provincia siguieron con verdadera preocupa­ ción el rumbo de los acontecimientos en la querida misión; pero era im­ posible nutrirla de personal propio; desde 1932 se juzgó prudente no en­ viar misioneros nuestros y procurar adaptarse á la situación creada, de tal manera que los fieles chamorros sintiesen menos el cambio de misio­ neros y continuase sin peligro su evangelización por nuestros hermanos de Norteamérica, hasta que llegase la orden de retirarnos definitiva­ mente. No hay para qué ponderar la vidriosa situación creada al Excelentí­ simo Sr. Olano, decidido a trabajar en las condiciones que dispusiera la Santa Sede, mientras los misioneros españoles se retiraban a Manila y España, confórme llegaban nuevos misioneros americanos. Más difícil les fué acomodarse a los isleños, encariñados con sus antiguos Padres y perfectamente sometidos a la seriedad y solidez de la vida cristiana ta' y como la entendemos en España. Así llegó el año 1939, cuando la segun­ da guerra mundial invadió con su oleaje de odios y de sangre la Estación Naval Norteamericana, conquistada en ataque fulminante por el Japón, que destruyó cuanto se oponía a la violenta dominación arrebatada a Norteamérica. Cómo acabó nuestra misión en Guam Ocupada sin posible resistencia toda la Isla, sus antiguos dueños mi­ litares y civiles fueron llevados a los campos de concentración del Ja­ pón, en calidad de prisioneros; la misma suerte corrieron los misioneros americanos. El Excmo. Sr. Vicario Apostólico y el hermano auxiliar Fr, Jesús de Begoña vieron con honda tristeza cómo fueron ocupados to­ dos los edificios misionales por las tropas niponas, sin consideración nin­ guna a su destino religioso, hasta que ellos se vieron vejados y humilla­ dos y se les obligó a abandonar la Isla en el término de 48 horas. Reso­ lución injustificada que se llevó a rajatabla, puesto que los mismos ven­ cedores los condujeron en custodia al comité de la Isla y los embarcaron para Tokio, sin más recursos que los que apresuradamente pudieron ha­ llar a las manos en su pequeño equipaje. El cuidado espiritual de los chamorros quedó encomendado a uno de los dos únicos sacerdotes indí­ genas casi recién ordenados, llamado Antonio Dueñas, quien recibió de la Sagrada Congregación de Propaganda facultades amplias de pro-Vi- cario Apostólico, que él honró con su actitud heroica ante los invasores, por defender los derechos de Iá Iglesia. Fué cruelmente maltratado de palabra y de obra por la soldadesca, y, por fin, martirizado hasta perder la vida por-ser fiel a su fe y a su patria.

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