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CINCUENTA AÑOS DE VIDA 237 a nombre de Navarra-Cantabria-Aagón. Antes de acabar el año llegaron otros cuatro Padres y dos Hermanos legos; con este empuje comenzó nuestra Provincia a cumplir su compromiso, atendiendo simultáneamente a Manila y a Guam; muchos misioneros ya conocían el campo de tra­ bajo al que llegaban de nuevo a impulsos del cariño que habían tomado a los pobres chamorros y tagalos, que se les confiaron sin la mayor re­ sistencia. No se interrumpió por tanto el progreso de la Misión de Filipinas, comenzado bajo los auspicios de la Virgen de Lourdes. Irradiación misionera Correspondiendo efectivamente al primer impulso, puede asegurarse que la vigorosa vitalidad de la casa central se nutrió de la devoción ma- riana. En 1893, la Cofradía de Lourdes erigida en la primitiva capilla multiplicó en forma insospechada la frecuencia de santos Sacramentos, las llamadas a enfermos y toda clase de obras de celo como la Catcque­ sis a los niños. Muy pronto fueron requeridos nuestros Padres, tanto por la Curia Arzobispal de Manila, como por otros Sres. Obispos para diversos mi­ nisterios. Los RR. PP. Alfonso de Morentin y Román de Vera predicaron misiones extraordinarias en Cavite y en la isla de Corregidor, con fruto copiosísimo, tamo que el Sr. Arzobispo Mons. Harty rogó al P. Custodie que le prestase dos parejas de misioneros que le precedieran predicando en todas las Parroquias del campo en las que giró la Visita Pastoral, y tuvo el consuelo de palpar el fruto de aquel apostolado- en la vuelta al seno de la ¡Iglesia Católica de innumerables campesinos y gentes igno­ rantes que habían sido reducidos al cisma por el sacerdote apóstata Aglipay tagalo insinuante y osado, cuya mala sombra se proyecta to­ davía sobre muchos pueblos del Archipiélago filipino. A consecuencia de las primeras y felices experiencias del apostola­ do de nuestros misioneros, hubieron de aceptar el cuidado de diversas Parroquias: Pílilla, Bigáa, Jacaala y Sariaya fuera de Manila, y la Ermita, Singalong y Santamesa en la ciudad. Esta labor parroquial es­ taba llena de graves responsabilidades, puesto que estas Parroquias requerían para su buen desempeño el conocimiento del tagalog, lengua predominante de los feligreses pertenecientes a ellas, y del inglés, la -len­ gua de los nuevos colonizadores. El aprendizaje de estas lenguas fué desde el principio la obsesionan­ te preocupación de los Superiores de la Misión, transmitida sin cesar a los Superiores Provinciales en la abundante correspondencia epistolar conservada en el Archivo Provincial; decían que a Filipnas debían en­ viarse religiosos jóvenes, en edad acomodada para aprender esas dos len­ guas, sin las cuales serían allí del todo inútiles; pero que si no creían prudente destinar los jóvenes recién salidos de los Colegios y Novicia­ dos, fuesen éstos u otros enviados a Inglaterra o a Norteamérica, donde en uno o dos años podrían hacerse con el inglés, y una vez en la Misión, aprenderían el tagalog.

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