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M. R. P. Ricardo de Lizaso (1945 - 1948) La guerra mundial ha terminado; la im­ presión de mayor seguridad que esto pro­ duce se hace sentir beneficiosamente en la Provincia. Aumenta el número de vocaciones, sobre todo para Hermanos, y vienen a nos­ otros varias vocaciones tardías. La aparición del Boletín de la Provincia nos da una ma­ yor conciencia de lo que hacemos en los múltiples campos de nuestra labor y nos da mayor compenetración. La misión de Pin- gliang recibe el refuerzo de una nueva ex­ pedición y se siente más cerca que nunca de la madre Provincia; Filipinas recibe el con­ suelo de la visita del P. Provincial y como consecuencia viene a ocupar el primer lugar en la solicitud de los superiores, solicitud bien merecida. Secundando, y aun adivinan­ do los deseos del Romano Pontífice sobre nuestra Orden, nuestra Provincia comienza a encauzar más y más su actividad hacia \el apostolado social. Y entre tanto nuestros Co­ legios mayores abren generosamente sus puertas a docenas de estudiantes de otras Provincias españolas y del Comisariato de Portugal en un gesto de ayuda fraternal. Y otra vez la formación de buenos profesores en centros superiores ocupa lugar preferente en las preocupaciones de la Provincia. M. R. P. Florencio de Artabia (1948 - 1951) El actual Provincial que preside los des­ tinos de la Provincia al celebrarse su cin­ cuentenario, puede mirar con complacencia y agradecimiento al pasado, pero también con grandes esperanzas al porvenir. En los cam­ pos de ultramar ve abrirse una nueva puer­ ta a nuestro apostolado con la Custodia del Ecuador, síntoma siempre de especial provi­ dencia sobre nuestra Provincia; en China, la elevación de nuestra misión a obispado, con la consagración del primer obispo de Pin- gliang, es el galardón que recompensa todo ío que allí se ha trabajado y padecido. El Colegio Seráfico, insuficiente, ha de ser aco­ modado para 150 niños. En Logroño se nos confía una Parroquia de buen porvenir. La actividad apostólica de la Provincia crece no­ tablemente y se intensifica el apostolado so­ cial. Dios nos bendice visiblemente.

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