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136 FECUNDA PARENS 3) Estos trastornos son mayores cuando los religiosos vienen de predicar o de otros conventos por la noche: tanto los trenes ascendentes como los descendentes vienen entre las 20 y 22 horas: y como no hay medios de comunicación para el Convento y la distancia es larga se hace casi imposible venir al Convento sobre todo en invierno: y no po­ cas veces los de otros conventos suben a dormir a la Ciudad. 4) Los trastornos de esta Comunidad son también grandes: a) Tenemos la Estación de Autobuses a tres cuartos de hora de distancia: y como se sale muchísimo a predicar y el P. Provincial tam­ bién tiene que viajar no poco, y no tenemos ni podemos tener coche, de ahí la mucha molestia que se nos origina. b) Por la asistencia a los funerales de nuestros bienhechores de los que se vuelve para comer, cuando la Comunidad se retira a des­ cansar. c) Teniendo aquí la Curia Provincial hay constantemente asuntos que tratar con las Autoridades eclesiásticas, civiles y militares por los muchos jóvenes que tenemos, y como las horas de oficina y de recep­ ción sobre todo con las autoridades no eclesiásticas son de once a una, ello nos trastorna no poco. 5) Razón de índole interna. Siendo este Convento Provincial y principal, es tal el movimiento y afluencia de los religiosos al mismo, que es imposible tener al Colegio de estudiantes teólogos en el aislamien­ to indispensable para su formación, y que está gravemente mandado er. nuestras leyes... Finalmente la imposibilidad de trabajar en nuestro ministerio es­ piritual de confesonario, predicación y dirección espiritual, y por lo tanto de poder servir y corresponder a las limosnas y afecto de los habi­ tantes de la Ciudad que tanto aprecia a la Orden Capuchina, como lo prueba el hecho de haber sustentado con sus limosnas holgadamente a una Comunidad de ochenta religiosos. Gestiones llevadas a cabo para la fundación Estas razones movieron a los Superiores a recabar del Obispo de la Diócesis el permiso para la fundación, cuando en la ciudad comenzó el ensanche a un ritmo muy acelerado por los años de 1921. Hasta esa fecha no se había dado ningún paso en ese sentido. El primero que lo intentó fué el M. R. P. Joaquín de Beriáin. Regía por entonces la Sede de Pamplona el Excmo. Sr. Obispo, D. José López Mendoza, religioso agustino, que se dió cuenta de las razones aducidas, pero no dió su consentimiento. En el año 1922, el M. R. P. Ildefonso de Ciáurriz renovó la petición. Esta vez el Sr. Obispo, D. José López Mendoza, concedió la autorización con fecha 4 de febrero de 1932 “ para que pueda establecerse en esta

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