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130 FECUNDA PARENS ocurrido, el P. Gumersido fué a protestar ante el alcalde de que hubie­ ra consentido que en su presencia se calumniara a los capuchinos y exigió entrevistarse con el orador en el Ayuntamiento; pero el orador no se atrevió a presentarse y en adelante se guardó muy bien de mentar a los capuchinos en sus mítines. Pocos días más tarde otro avanzado lanzó en público esta bravata: “ En Barcelona ya han comenzado a rodar cabezas de frailes, ¿cuándo em'pezamos aquí?” El P. Gumersindo llamó también a éste a la alcal­ día; compareció, y ante las reflexiones del capuchino, le pidió perdón, diciendo que jamás estaría dispuesto a hacer semejante cosa; que eso era nada más de palabra. Pero no eran sólo seglares los que se proclamaban enemigos de los capuchinos; había también algunos eclesiásticos que la voz popular de­ nunciaba. La manzana de la discordia era la entrega de todas las aso­ ciaciones en manos de los capuchinos realizada por el señor Obispo, principalmente la cofradía de la “ Sangre de Cristo” , cuyo director es­ piritual era un sacerdote encargado de la parroquia y a la que pertene­ cían muchos destacados liberales y aun socialistas. La junta de la cofradía se negó a obedecer la orden del prelado de que pasara a depender de los capuchinos; y para lograr su intento con arte, se presentó el presidente, que era al mismo tiempo jefe del par­ tido liberal-fusionista, al señor Obispo afectando alarma y diciéndole: “ Los socialistas han acordado en junta que si los capuchinos están er. Jaca mañana, les quemarán la iglesia; es, pues, conveniente que se vayan, para evitar esa tragedia. Después podrán volver” . Era esto la víspera de la Ascensión. El señor Obispo, impresionado, llamó al supe­ rior y le aconsejó que saliera de Jaca con la comunidad provisional­ mente para unos días; el alcalde, a quien acudieron los capuchinos en busca de defensa, respondió que él no respondería del amotinamiento del pueblo ni de la sangre que se derramara si no salían de la ciudad; En vista de eso, el P. Gumersindo fué a visitar al Sr. Obispo. Eran las once de la noche. El Prelado le aconsejó que abandonaran Jaca pro­ visionalmente. Los Padres José María y Modesto ya se habían ausenta­ do. A las tres de la madrugada salieron los demás en coche que les fué enviado desde Sangüesa. Era el 14 de mayo de 1931. En consecuencia al saberse la noticia el día de la Ascensión, la iglesia del Carmen ofrecía un espectáculo luctuoso; la gente se arremolinaba en sus naves buscando confesores; todos repetían en voz baja: “ Han expulsado a los capuchinos; ¿qué va a ser ahora de nosotros...?” Pa­ sarían cinco años antes de que los capuchinos volvieran a establecerse en la ciudad. 5 .—En espera de tiempos mejóres El señor Obispo no perdía la esperanza de tener a su lado a los capuchinos; a ellos encargó la predicación de la Cuaresma para 1932 y el designado fué el R. P. Hermenegildo de Fustiñária.

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