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CINCUENTA AÑOS DE VIDA 129 cerca de Huesca; los insurrectos emprendieron la fuga; poeo después la bandera republicana era arriada en el balcón del Ayuntamiento; los de­ tenidos eran puestos en libertad. Y llegada la hora de las responsabilidades, la cárcel de Jaca se lle­ nó de republicanos, que recibieron la visita asidua de los capuchinos; éstos lograron la libertad de no pocos y abogaron por todos ante el juez militar y el jefe del gobierno. Pero el ambiente de Jaca estaba enrarecido: desconfianzas, mira­ das torvas, odios reconcentrados. Los capuchinos seguían su labor es­ piritual; pero no faltaban elementos envidiosos que pretendían aprove­ char la situación para infundir sospechas contra los religiosos. Una tras otra fueron propalándose absurdas calumnias que obligaron a salir pú­ blicamente en propia defensa. Una de las patrañas más enojosas fué la extendida con ocasión de laescuela abierta por los nuestros en la calle Bellido. Funcionaba en Jaca una escuela protestante de matrícula muy numerosa, con el consi­ guiente perjuicio para las ideas religiosas. Para contrarrestarla, pro­ pusieron los capuchinos al señor Obispo la fundación de una escuela católica muy próxima a la de los protestantes. El prelado accedió gus­ toso y entrególes 2.000 pesetas para este fin; tuvieron la fortuna de obtener el arriendo ventajoso de una bajera, donde luego comenzaron las clases a cargo de una maestra; en seguida treinta niñas de la es­ cuela protestante pasaron a la de los capuchinos. Tal éxito causó alar­ ma en los anticlericales, y se propaló en la ciudad que los capuchinos habían usado de malas artes para hacerse con el local contra la volun­ tad del propietario. Una declaración pública de éste acabó con la pa­ traña. Un intento realizado por uno de los Padres de asistir espiritual­ mente a cierto socialista moribundo hizo aparecer h los capuchinos co­ mo objeto de la aversión popular en un artículo publicado en el perió­ dico “ Jaca” . Los capuchinos vivían en perpetuo calvario, víctimas de la cam­ paña de un grupo de malévolos; pero la mayoría del pueblo seguía pro­ digándoles muestras de gran afecto. Y su labor ministerial continuaba pujante y arrolladora. Pero vino la proclamación de la República española el 14 de abril de 1931; ese mismo dia obtenía nía libertad todos los presos de Jaca, que salían de la cárcel atropellando por todo y llenando la ciudad de gritos enloquecidos. Volvían las preocupaciones. A pesar de que la República se anunció en son de paz, hubo en los mítines de Jaca brutales invectivas contra los capuchinos. En uno de ellos, celebrado en el teatro, el orador los delató como enemigos irre­ conciliables de la República y les acusó de tener armas escondidas er. la sacristía y de andar ya ejercitándose en tirar al blanco. El público, excitado por la soflama, prorrumpió en gitos desaforados: “ ¡Pues, a matarlos, a matarlos ahora mismo!” Y se iban a lanzar a la calle; pero el alcalde, que presidía el acto, logró calmarlos. Al tener noticia de lo \

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