BCCCAP00000000000000000000139

128 FECUNDA PARENS 1930 el levantamiento republicano de Galán y García Hernández. Por la noche había llegado de Madrid un grupo de agentes revolu­ cionarios que estaban en contacto con varios militares de la plaza. Muy de madrugada proclamaron la noticia de que se había proclamado la República en toda España; los oficiales de la tropa hicieron causa co­ mún con los insurrectos, apresaron al general y a los jefes y los solda­ dos fueron ocupando en silencio las calles. Luego se apoderaron de Te­ légrafos y Teléfonos y cortaron las comunicaciones con el resto de Es­ paña. Todos los muchachos de Jaca, desde los quince años, se presenta­ ron en el cuartel de la Victoria, donde fueron equipados y armados en plan de campaña. Soldados y paisanos amenazaban con sus armas a to­ dos los vecinos que intentaban salir de casa. ¿Qué era entre tanto de los capuchinos? El P. Gumersin­ do, terminado un Novenario en Navarra, llegaba el mismo día 12 para incorporarse a sus hermanos. Llegó a la casa que habitaban los religiosos, muy próximo al Ayuntamiento, pasando por entre hombres armados. El día estaba triste y frío; una llovizna montañesa calaba has­ ta los huesos. En casa encontró solamente al P. Modesto y a fray Epi- fanio de Eriete, custodiados por soldados que guardaban la puerta del edificio y del piso. El Padre superior se hallaba predicando en San Se­ bastián; el P. Bautista y fray Eleuterio estaban en la iglesia. La pre­ sencia del P. Gumersindo tranquilizó a los dos religiosos; venciendo mil obstáculos y la oposición de los soldados, que no le permitían subir al piso, entre los insultos del populacho que gritaba: “ ¡Barbudos! Esta noche habéis de morir... Ya no chuparéis más de la nación...” Antes del mediodía se publicó en toda la ciudad la proclamación de la República y el estado de guerra, por orden de la Junta Provisio­ nal Revolucionaria. Momentos angustiosos para los capuchinos. No disponían-de traje seglar para disfrazarse; no había modo de huir sin ser vistos; además la comunidad estaba en dos grupos separados. Intentaron salir a trabar contacto con los de la iglesia, pero en vano; el sargento que los custo­ diaba no lo consentía. * Por fin a las tres de la tarde se presentaron el P. Pedro Bautista, fray Eleuterio y el benemérito bienhechor de los capuchinos don Pedro Sánchez Cruzat. Fué un momento de gran alegría. Gracias al prestigio general de que gozaba el médico don Pedro, que acompañó a los reli­ giosos bajo su palabra de caballero, pudieron llegar a casa desde la iglesia. Entre tanto los cabecillas republicanos organizaban una expedición armada hacia Ayerbe y Huesca; salió, en efecto, la columna, dejando en Jaca muy poca tropa. Por la noche los gritos amenazadores iban cesando; la ciudad estaba sumida en un silencio de enorme inquietud. A la mañana siguiente el P. Gumersindo y el P. Pedro Bautista se di­ rigieron a la iglesia; todo estaba en calma; y pudieron abrir la iglesia y celebrar Misa sin molestia ninguna. ¿Qué había sucedido? Que la co­ lumna de Galán había sido totalmente derrotada por las tropas leales

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz