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114 FECUNDA PARENS mano” de la capital aragonesa. Ni que decir tiene que a los zaragozanos agradó la idea. El Rector Magnífico de la Universidad pretendía que el monumento fuese la iglesia del futuro Ateneo; en la misma idea abun daba el Alcalde de la ciudad, quien además ofrecía los solares necesa rios. El general Gambara, jefe de las tropas italianas, se mostró favo rable a estos ofrecimientos; pero el P. Pietro, con un celo muy de agra decer por la propia familia religiosa, amontonó argumentos para probar que el emplazamiento más indicado era el Parque Pignatelli; creía acep table y ventajosa para Italia la propuesta del P. Provincial de los Pa dres capuchinos de Navarra-Cantabria-Aragón, que se ofrecían a ase gurar el culto en la iglesia-monumento. Efectivamente, el M. R. P. Ig nacio de Pamplona, nuevo Ministro Provincial, se había entrevistado en el pueblecito de Corconte (Santander) con el Conde Ciano, Ministro de Asuntos Exteriores de Italia, cuando éste recorrió España en un viaje triunfal. El P. Pietro, por su parte, no dormía; hizo un viaje a Roma para exponer personalmente al Duce el proyecto de la obra y la cuestión del emplazamiento. Pero los resultados de sus gestiones fueron poco hala güeños; el Gobierno italiano no estaba para monumentos ante el nuba rrón de la guerra que se aproximaba. Además allí tuvo noticia de que el supuesto financiamiento de las obras por el Gobierno se reduciría a las 30.000 liras con que la Real Academia de Italia galardonaba al au tor del proyecto. Sin desanimarse por ello, aseguró por de pronto el apoyo moral y plena libertad para elegir otro proyecto en lugar del premiado y para seguir en la construcción las normas de nuestras sagradas Constitucio nes y finalmente el dar a la obra el carácter de santuario de san Anto nio. Dejó además constituido un comité de damas distinguidas que to marían a su cuenta la recaudación de fondos y la mediación ante los gobiernos de Italia y España. Vuelto a España, el P. Pietro se dió a la empresa con optimismo y tesón, con la mira puesta en la entrega del futuro monumento a los capuchinos. De una entrevista con el Generalísimo Franco y otra con el Nuncio de Su Santidad logró promesas muy satisfactorias en este sentido. Y comenzaron las laboriosas gestiones de la ejecución. Había que comenzar por adquirir el solar. El que se destinaba como más a propó sito pertenecía a la Sociedad del Canal Imperial, la cual estaba dis puesta a .ceder los terrenos para la iglesia en usufructo perpetuo, suje- * «id o el resto del solar a un canon anual obligatorio. Las damas ita lianas habían interpuesto su petición ante el Ministro español de Go bernación, Serrano Súñer, con buen éxito. Pero la Provincia no estaba entonces, enero de 1940, para hacer gastos; el Definitorio Provincial estaba por aceptar el proyecto tal como se proponía, pero aspiraba a conseguir una ayuda económica de la Em bajada Italiana; había además muchos puntos oscuros que hacían se mi rará con desconfianza el asunto,
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