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CINCUENTA AÑOS DE VIDA 113 Durante los años de la guerra se fué perfilando más y más el pro­ yecto de fundar o trasladar la residencia al centro de la ciudad. En una carta del P. Leonardo de Iroz al P. Provincial se iniciaba la convenien­ cia de fundar en la esquina del Paseo del General Mola, sitio céntrico y de excelente porvenir. Acababa de hablar el P. Leonardo con el Se­ cretario del señor Obispo de Huesca y coincidían los dos en la conve­ niencia de una pronta fundación, de interés aun de la misma dióce­ sis, por el peligro de que, al aumentar la población, hubiese que crear nuevas parroquias, con lo que pasarían grandes sectores de la ciudad a la archidiócesis; además urgía el cuidado espiritual de la inmensa fe­ ligresía de santa Engracia. La ocasión se presentaba tentadora; pero el agobio económico de la Provincia, abocada a la triste situación de la postguerra, y quizá otros motivos y la solución que apuntaba por otra parte hicieran que se dejara pasar sin aprovecharla. Mientras tanto iba madurando en la inteligencia poderosa de un capuchino italiano, el P. Pietro de Varzi, capellán de las tropas italia­ nas que luchaban en España y encargado por su Gobierno de erigir mo­ numentos a sus compatriotas caídos en la campaña, una idea, grandiosa en sus pretensiones y generosa en su finalidad religiosa y patriótica: la de erigir un monumento que sirviese de inmenso sarcófago para to­ dos los legionarios de Italia que dieron su vida en el suelo español. El Padre Pietro, al frente de una compañía de soldados destinados al efec­ to, había levantado ya una capilla votiva en el kilómetro 105 de la ca­ rretera de Madrid a Zaragoza; había también construido hermosos ce­ menterios en Santelices (Santander) y en Fraga (Huesca), y un impor­ tante monumento en el Puerto del Escudo (Santander). Pero había que pensar en algo verdaderamente gigantesco, que con­ densase en símbolo toda la grandeza de Italia y reunirse las cenizas de ios cuatro mil voluntarios muertos en España; el monumento asegura­ ría la digna conservación de aquellos restos esparcidos en más de 180 lugares de la Península y perpetuaría el sacrificio de los legionarios'.,; vinculando su recuerdo al culto perpetuo de un templo votivo. Esto ade­ más facilitaría a los familiares de los caídos el cumplimiento .de sus deberes de piedad para con ellos cuando vinieran a llorar sobre sus cenizas. Lo propio se había hecho con los 4.800 italianos que sucumbie­ ron en Francia en la primera Guerra Mundial. Grandes esperanzas y grandes sinsabores El día 1.° de julio de 1938 el Presidente de la Real Academia Ita­ liana abría un concurso entre artistas italianos para un proyecto ar­ quitectónico, de asunto religioso, a fin de levantar en España un mo­ numento a los legionarios caídos en defensa de la civilización latina y de la independencia española. Premiado el proyecto más apropiado, el Padre Pietro propuso como lugar más adecuado para su ejecución la ciudad de Zaragoza, por haber sido el centro más importante de con­ centración de las tropas italianas y por el bello nombre “ imperial y ro- 8

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