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92 ¡FECUNDA PARENS resultó absolutamente incapaz para contener la multitud de fieles. El pueblo donostiarra se desbordó en obsequios y muestras de simpatía; almas generosas y amantes de la Virgen rivalizaban en ofrecimientos para el adorno y decoración de ¡a capilla. Baste decir que todas las imá­ genes, los retablos de los altares, las vidrieras,,los mejores ornamentos y la valiosísima custodia fueron costeados por bienhechores individua­ les, entre los que destaca doña Micaela Elizarán. Ante tanta generosidad, prueba del cariño que los fieles sentían hacia nuestros religiosos, éstos se sintieron más obligados a prodigarse en sus ministerios sacerdotales, intensificando el culto y poniéndose a todas horas a disposición de todos en el confesonario; trabajo agotador de un día y otro día, pero que tenía, además de los motivos sobrenatu­ rales, el aliciente de verse correspondido por una numerosa feligresía, como lo demuestran las 107.266 comuniones repartidas en 1917, frente a las 88.326 del año 1914. Desde un principio se celebraban Misas cada media hora, de las seis hasta las diez y los días festivos se añadía otra a las once y media, trayendo para estos servicios religiosos de otras comunidades y sacerdo­ tes seculares. Se concedió el mayo/ esplendor a las novenas de san An­ tonio, del seráfico Padre y de la Virgen de Lourdes, los meses dedicados a particulares devociones, como mayo, junio, octubre y noviembre, los primeros sábados, etc. La predicación se hacía en vascuence en la Misa, primera de los días festivos y en las demás en castellano. Para mejor atender a las exigencias de los fieles, la comunidad hubo de imponerse un horario más duro que en los demás conventos. Persuadidos del realce que la música sagrada da al culto divino, en varias ocasiones iniciaron la formción de coros femeninos que pronta­ mente decaían; y ante las normas establecidas por el Motu Proprio de Pío X , el M. R. P. Ramón de Estella, superior desde 1918 a 1922, pre­ tendió formar una escolanía de tiples; pero no prosperó el proyecto. Nuestros Padres lograron mantener en todo tiempo la buena armo­ nía con el clero secular, colaborando con él en cuantas ocasiones se ofrecieron; esta convivencia se puso de manifiesto en las misiones ge­ nerales dadas en San Sebastián por mandato del señor Obispo en 1918, en que tomaron parte cinco capuchinos, cuatro jesuítas y dos corazo- nistas; tres de los nuestros predicaron en la iglesia de Santa María y los otros dos en la del Buen Pastor, con éxito muy consolador. Frutos escogidos de este apostolado callado de la comunidad de San Sebastián han sido varias conversiones de heterodoxos vueltos en nues­ tra iglesia a la verdadera fe, tanto de la secta protestante como del ju ­ daismo. 4.-—La empresa culminante: la iglesia Año tras año se echaba de ver la insuficiencia de la capilla para acoger a los fieles; urgía pensar en un templo de mayores dimensiones.

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