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CINCUENTA AÑOS DE VIDA 77 casa reciben noticias de todo io ocurrido: la prisión de fray Egidio, las pesquisas realizadas por los rojos, el incendio del convento; y como los perseguidores han manifestado que no han de parar hasta dar con to­ dos los frailes y fusilarlos, y tienen planeada a éste fin una batida por huertas y montes al día siguiente, se convencen de que hay que huir a toda costa. Van los dos en busca de fray José y fray Miguel a la torre del Pi­ no. Aquí les dicen que se hallan escondidos en un cañar, sin más deta­ lles; pero no pueden dar con ellos. Entonces vuelven a juntarse con el Padre Isidoro. Todavía se detienen a dar el último adiós a su casa en llamas; de la iglesia sólo sale humo, pero el convento es un ascua; mi­ nutos después ven cómo se desploma la biblioteca con sus libros, que vuelan por el espacio como siniestros fuegos de artificio. El P. Guar­ dián no puede contener las lágrimas. Bajo tan desoladora impresión dejan aquel lugar y, unidos al Pa­ dre Isidoro, que tenia prevenida para todos la cena para el camino, em­ prenden la marcha a las diez y media en medio de la oscuridad. Les acompañan dos hombres para servirles de guía. A media noche se ha­ llan totalmente desorientados; se sientan a descansar en un olivar, pe­ ro, como la noche es fría, tienen que seguir caminando a la ventura. A las dos llegan a un caserío desconocido; se deciden a llamar con mu ­ cho recelo, y hallan a una buena familia de Híjar que los acoge gene­ rosamente. Era el molino de Cultia. Repuestas las fuerzas y orientados hacia Lécera, reanudan la marcha a las tres de la mañana y á las cinco llegan al pueblo, Entran en las calles y en seguida se ven detenidos por un guardia civil, y un falangista, que les gritan: ¡Manos arriba! y comienzan a cachear al P. Isidoro. Es la primera vez que ríen en el camino. Se dan a conocer y entonces les dicen que en el pueblo hay otros tres compañeros suyos. Son los del primer grupo, a quienes en­ cuentran en !a plaza. Desayunan en un bar y a las ocho toman el auto de línea, que por Belchite los conduce a Zaragoza, a donde llegan a las 11 de la mañana del día 30. ¿Qué era entre tanto de fray Miguel y fray José? Este, algo arries­ gado, tuvo valor para pasearse por la carretera vestido de un viejo traje de hortelano; al pasar un camión de rojos le apuntaron con los fusiles; él no perdió la serenidad, dió un frenético ¡viva Rusia! con los puños en alto, y lo dejaron en paz con un ¡salud, camarada! Más tar­ de, hallándose sentado a horcadas sobre una tapia, vió pasar a tres rojos, dos de ellos armados de fusiles y el tercero con un hacha. Lo tomaron por un desgraciado y le preguntaron dónde estaba el conven­ to; se lo indicó con indiferencia. Después les preguntó si sabían algo de Zaragoza y para despistarlos les dijo cómo había huido de los fas­ cistas... — ¡De buena te has librado! ¡Salud, camarada! —le .dijeron y se despidieron en dirección del convento. Fray José pasó la noche del 29 al 30 en el cañar, observando el incendio del convento. Fray Miguel la pasó en una casa. A) día siguien

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