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CULTURA DEL PUEBLO MOTILON 43 mero y después poniéndolo con especial limpieza en la olla, le cubren la boca con hojas verdes y atándola, la ponen al fuego, sin destaparla hasta que está cocida y en sazón, sirviéndoles después de mesa y platos las fres– cas y bien preparadas hojas que aprontan para cada hora de comer; siendo de advertir que nunca echan la sal en la olla para comer la carne o vituallas, pero des– pués la ponen en la mesa a proporción y con c;ada boca– do tomaii un pienso con los tres dedos, hasta que ago– tan aquella cantidad, y lo mismo ejecutan en los ajíes, comiéndolos en abundancia y enteros, a cuyo intento los siembran en todos los lugares que habitan y nunca les faltan; mas de la sal suelen carecer, porque de este género se surten solamente cuando la compran a los indios que transitan por las inmediaciones del Río Zu– lia, quienes se proveen de ella en los alijos que hacen las canoas, cuando suben en tiempo de verano y en– cuentran el río escaso de aguas, y la venden a éstos a cambio de retajos, carañas y otras menudencias con que hacen su comercio" ( 28). Tanto les gusta la sal -dice el mismo informante en otra ocasión- "que la comen como anises". En esto, sin embargo, encontra– mos una particular discriminación, pues mientras que para los hombres es un verdadero placer el chupar te– rrones de sal, a las mujeres les repugnaba, "hasta re– husan la carne salada y demás viandas, a excepción del dulce y pan" ( 29 ). En las excursiones prolongadas suelen llevar carne ahumada, si es que la tienen. Asimismo, cuando cazan en abundancia, luego de comerse cuanto les apetece, ahuman el resto para otras ocasiones. Así lo pudieron observar varios expedicionarios de Cúcuta, que en 1768 persiguieron a un grupo de motilopes, quienes acababan (28) A.N.C., Milicias y Marina, t. 121, f. 130 ss. Informe de Sebas– tián Guillén. (29) A.N.C., Milicias y Marina, t. 121, f. 237.

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