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CULTURA DEL PUEBLO MOTILON 39 dilección por las presas de cacería no ha variado en si– glos. En 1773 escribía el señor Guillén: "Las carnes de que estos indios usan para su conservación son las de cerdo montés, araguato, marimonda, mono, oso sal– vaje, danta_. picure, guarda tinaja, y todas las aves, a excepción del zamuro y otras que tienen mal olor" . La pesca es otra ocupación favorita e importan te del motilón. Cada parcialidad posee sus represas pro– pias en los ríos que les pertenecen. Dichas represas están hechas en los remansos del río y su construcción es muy rudimentaria sin dejar de ser útil: piedras api– ladas y unidas con hojas de biiao. En ocasiones cons– truyen varias, unas cerca de las otras, para detener la corriente del río y, al tiempo, impedir el paso de los peces. La operación de la pesca reviste especial impor– tancia : muy de madrugada salen en grupos, a veces todos los componentes del bohío, a excepción de los ancianos e inválidos, y se dirigen a su represa favorita. Ya en la misma, dedícanse todos con verdadero pla– cer a la pesca. Los hombres se sirven para ello de unas lancetas de macana, algunas de las cuales pasan de los dos metros de largas, con las que mtentan atrapar ( y casi siempre logran) o atravesar al escurridizo pez. Una vez logrado esto, lo muerden o lo decapitan con un machete. Lo colocan en una cesta; afilan la macana y prosiguen la operación. Los niños colaboran en esta labor. Por su parte, las mujeres buscan afanosamente debajo de las piedras posibles armadillos, los que no escasean en dichos lugares. Para una más eficaz labor en esta operación se sirven de una h~erba venenosa: "barbasco", con la que aturden a tales mamíferos. Concluída la jornada, recogen los peces en cestas y hojas de b1j ao y regresan felices a su bohío. Por el camino mastican las hojas picantes de la planta llama– da arreviatadera, con lo cual entretienen el hambre mientras llegan a su hogar.

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