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CULTURA DEl l'UEBLO MaTILON 33 na, que se siente más bien que se construye racional– mente" ( 25d). En toda cultura hallamos multitud de conductas o de "normas de conducta", que son los modos de conducirse del grupo en cuestión, abstraídos directa– mente de la observación del comportamiento del mis– mo. Estas normas de conducta unas son explícitas o abiertas: son las que "implic::in actividades externas que pueden observarse, olerse, gustarse u oírse". Otras son implícitas u ocultas: "es decir, son acciones inter– nas 9.ue no pueden percibirse directamente desde fue– ra. . . Se denominan actitudes, creencias, hábitos de pensamiento y emoción" ( 25e). El número de posibles normas de conducta es ili– mitado, y muchas de ellas son contradictorias entre sí. Cada sociedad escoge aquellas que más se confor– man con sus instintos, tendencias, efe. Es lo que -se conoce con el nombre de "imperativo de selección". Ha escrito Ruth Benedict: "El partón cultural de to– da civilización hace uso de un cierto segmento del gran arco de propósitos y motivaciones humanas . . . El gran arco a lo largo del cual todas las posibles conductas humanas se dis tribuyen, es demasiado inmenso y está demasiado lleno de contradicciones para que una cul– tura cualqmera utilice siquiera una considerable por– ción de él" ( 25f). En estas circunstancias, la selección se hace indis– pensable. Pero dicha selección de normas de conduc– ta, verificada por un grupo étnico concreto, no se hace (25d) C. Kluckhohn, o. c., p. 46. (25e) E. Adamson Hoebel, o. c., p. 177. (250 El Hombre y la Cultura, Edit. Sudamericana, Buenos Aires, 1958, p. 236-7.

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