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14 P. ANTONIO DE ALCACER Justo es reconocer, de una vez por todas, que sin la valiosa ayuda de mis hermanos en religión, los Mi– sioneros Capuchinos, quienes actualmente se sacrifi– can _por el bien universal de ,estos nativos, mi obra hubiera quedado trunca. A todos ellos les quedo en ex– tremo agradecido. No puedo menos de destacar aquí la valiosa orientación y las oportunas indicaciones re– cibidas del sabio y virtuoso capuchino, padre Adolfo de Villamañán, alma de la gesta gloriosa de la pacifi– cación motilona del año de 1960 y actualmente, pro– pulsor insigne de la transformación ejemplarizante de dicho conglomerado étnico. Concluyo, no sin antes confesar que no creo haber realizado una labor exhaustiva. Tan solo he intentado abrir brechas, por donde otros, más expertos y doctos, puei}.an expeditamente caminar. Mi modesta contribu– ción sirve - ese es mi deseo- para confirmar una vez más, que 'la Iglesia de hoy como la de ayer no ha dejado de interesarse, sino muy al contrario, por los problemas, aun teóricos, de los pueblos de toda con– dición, en particular, de los más primitivos - valga la palabra- y abandonados. La labor heróica y desinte– resada de los misioneros viene a.fÍ a completarse con el estudio, por lo menos cariíioso, de cuantos nos preo– cupamos por los problemas inaplazables de dichos pue– blos.
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